La dicotomía marxismo-positivismo en la construcción y deconstrucción de la Historia. Notas sobre su contemporaneidad
The marxism-positivism dichotomy in the construction and deconstruction of History. Notes on its contemporaneity
MSc. María del Carmen Alba Moreno
1. Universidad de La Habana, La Habana, Cuba.
Email: [email protected] ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2735-7988
Recibido: 13/02/2021 Aceptado: 29/04/2021
Para Citar: Alba Moreno, M. del C. (2021). La dicotomía marxismo-positivismo en la construcción y deconstrucción de la Historia: Notas sobre su contemporaneidad. Dialektika: Revista De Investigación Filosófica Y Teoría Social, 3(7), 24-37. Recuperado a partir de https://journal.dialektika.org/ojs/index.php/logos/article/view/54
Resumen:
El artículo constituye un acercamiento a la comprensión de la relación existente entre la epistemología y metodología positivista y marxista y la Historia, desde una perspectiva de su contemporaneidad y vigencia. El desafío epistemológico representado desde fines del siglo XX ha conducido a diversos métodos de escribir la Historia, que no solo cuestiona la racionalidad de las estructuras dominantes hasta entonces, sino que también brinda elementos evidentes acerca de la identidad y cientificidad de la historia. El positivismo que resurgió en ese contexto retomó el interés por lo fáctico, por las fuentes, como criterio de verdad, soslayando la participación del sujeto en la evolución histórica. Con temas y fuentes similares, pero desde un marxismo crítico, los historiadores marxistas demostraron, simultáneamente, la renovación y validez de esta metodología para la escritura de la historia. Solo desde una posición marxista puede entenderse la cientificidad de la historia, su dimensión social, epocal y temporal.
Palabras clave:
Dicotomía marxismo-positivismo, epistemología de la historia, Historia, historiografía marxista
Abstract:
The article constitutes an approach to understanding the relationship between Marxist and positivism epistemology and methodology and History studies, from a perspective of its contemporaneity and rationality. The epistemological challenge of the history represented from ends of the XX century has borne to a joint very particular historiographic that not alone it questions the rationality of the dominant structures until then, but rather it also offers evident elements about the identity and objectivity of the history. The positivism that resurged in that context recaptured the interest for the factual thing, for the sources, as approach really, ignoring the fellow's participation in the historical evolution. With topics and similar sources, but from a critical Marxism, the Marxist historians demonstrated, simultaneously, the renovation and validity of this methodology for the writing of the history. While only from a Marxist position can be analyzed the scientificity of the History, its social, epochal, and temporal dimensions.
Keywords:
History of epistemology, History, Marxist historiography, Marxism-positivism dichotomic
La dicotomía entre las epistemologías y metodologías positivista y marxista vista desde una concepción crítica de la Historia o desde la Filosofía de la Historia, nos acerca al problema de la verdad histórica, a la comprensión del objeto y del sujeto histórico. Su existencia se ha manifestado con más dinamismo desde el último tercio del siglo XX cuando la epistemología del positivismo ganó espacios en el proceso de investigación científica, incluyendo la investigación histórica.
Expresión de ello lo constituye la llamada historiografía posmoderna, que mediante la potenciación de las fuentes documentales, ofrece una visión de la historia política con métodos y modelos de las ciencias naturales para la investigación de los procesos sociales. En contraposición, nuevas perspectivas teórico-metodológicas muestran la renovación del marxismo en la elaboración de una historia científica, global, no fragmentada, una Historia que expresa la vigencia de la teoría de Marx para comprender la sociedad y el rol transformador del sujeto en la misma, la cual quedó explicitada en la última de las tesis sobre Feuerbach, cuando precisó que “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (Marx, 1981:10).
Sin embargo, ambas teorías filosóficas son herencia del siglo XIX y desde entonces han impactado en la hermenéutica de la Historia. Argumentemos ahora la actualidad del marxismo en la producción historiográfica y la objetividad de su metodología en la cientificidad de la Historia.
Habría que tener presente, tratando de contextualizar el momento de surgimiento y afirmación del marxismo, el proceso revolucionario burgués que tuvo como fecha simbólica, crucial, el año 1848 (Marx, 1983; Wallerstein, 1979), y que se entrelazó, no solo con el auge del capitalismo, sino también con el desarrollo y constitución de la Historia como ciencia. Solo luego de la propuesta epistemológica de Marx, la historia de la humanidad comenzó a explicarse desde una postura crítica, analítica, totalizadora.
De forma que, si argumentamos la trascendencia de la metodología marxista en la objetivación de la historia, debemos antes abordar de manera breve las concepciones del marxismo acerca de la sociedad, y, como mínimo, comprender lo que para el marxismo se ha llamado Concepción Materialista de la Historia, cuyos preceptos e ideas nucleares se encuentran en las obras de Marx, Engels y Lenin.
La concepción materialista de la Historia y el método dialéctico de analizar, explicar y escribir la historia, con un enfoque totalizador, contribuyen sin duda, a la cientificidad de esta ciencia. Desde otro ángulo del planteamiento, el nuevo paradigma marxista y la metodología que aporta, hacen trascender el estudio de la Historia. Desde una Historia narrativa, positivista, centrada en los personajes y las grandes descripciones, se transita hacia una forma cualitativamente superior de construir y deconstruir la Historia, la Historia como problema, basada en el despliegue y desarrollo de la producción material. En estas posturas teórico-metodológicas e historiográficas el estudio de la sociedad, la cultura y las mentalidades, devinieron en el centro de la discusión acerca de cómo hacer y escribir la Historia, cómo construirla y deconstruirla. Téngase en cuenta que la Historia no es solo holística, sino también ideológica.
A fin de fundamentar cómo la historiografía desde la segunda mitad del siglo XIX, pero en especial desde fines del siglo XX, ha empleado la metodología marxista en su construcción, revisamos algunas obras de historiadores contemporáneos destacados tales como Perry Anderson, Eric Hobsbawm, Joseph Fontana, Pierre Vilar, Julián Casanovas y Carlos Aguirre. En momentos, coyunturas y objetos de estudios diferentes, todos ellos apreciaron y aprecian que “(…) los historiadores partidarios de una historia global son hoy los verdaderos portadores de renovación para el discurso histórico, de una verdadera nueva historia” (Dosse, 1988:270-271).
La aparición de la teoría marxista puede ser considerada como un proceso durante el cual el pensamiento teórico y las posiciones políticas e ideológicas de Marx y Engels se fueron transformando y desarrollando, produciéndose a partir de la década de 1840 –como señalamos anteriormente- la maduración de sus concepciones. En La Ideología Alemana están expresadas las esencias de esta concepción materialista de la historia. (Marx, C y Engels, F, 1979).
El surgimiento de la concepción marxista se produjo en el marco de una profunda lucha de ideas y de clases, paralelo a la comprensión del papel activo de las masas como sujeto histórico de la transformación social. Júntese el hecho de que, como declararon sus propios fundadores, estaban en el proceso de saldar cuentas con su conciencia filosófica anterior proveniente de la Filosofía Clásica Alemana, resumida en Hegel y Feuerbach. De forma que “…resulta claro que ha sido Marx el que ha sentado los fundamentos de la historia crítica, tal y como ahora es posible concebir a esta última, y tal y como ella se ha ido desarrollando a lo largo de los últimos ciento cincuenta años” (Aguirre, 2011:80).
Para Marx y Engels en La Ideología alemana (Marx y Engels, 1979:18) las consideraciones idealistas anteriores partían de falsas premisas, resultaban arbitrarias y producidas al margen de un verdadero juicio o análisis histórico. Se concentraban en la imagen que se tenía del hombre, más que en el hombre mismo. A diferencia de lo anterior, el marxismo ve al hombre como sujeto activo, creador y transformador de la realidad.
La nueva clase se transformó en sujeto histórico cuando se construyó en el seno mismo de las luchas, pasando del estatuto de “una clase en sí a una clase para sí”. No era el único sujeto, pero sí el sujeto histórico, es decir, el instrumento privilegiado de la lucha de emancipación de la humanidad, en función del papel jugado por el capitalismo. (…) (Houtart, 2006: 436)
Se trata de la producción de bienes de vida necesarios, unido a la producción del vínculo social, las relaciones sociales, que de manera objetiva tienen lugar entre los individuos en un contexto histórico determinado, relaciones aparentemente naturales, pero en realidad sociales, que tienen un carácter objetivo, ya que no son dependientes de la voluntad de los individuos. Esta serie de determinaciones esenciales permiten explicar de manera científica, el proceso de producción de las diferentes formas espirituales, así como el surgimiento de los vínculos y las instituciones sociales (Lenin, 1961, II: 48-150).
La dimensión historicista de la teoría marxiana asociada o basada en una historia científica, concibe la Historia como una historia esencialmente social. Quiere decir que investigar la línea evolutiva de la sociedad no solo se circunscribe a las élites, grandes personajes y clases dominantes, sino también y sobre todo, a los grandes grupos sociales, a las masas populares, verdaderos actores transformadores de la historia. (Cfr. Aguirre, 2011:85-87). Claro que todas sus acciones están determinadas por condicionamientos históricos, en tanto cada individuo es resultante de las condiciones sociales existentes en un momento o espacio dados.
El significado que Marx aportó a la cuestión social, la lucha de clases, las contradicciones sociales, la conflictividad social, hacen que, desde la óptica teórico-metodológica, se enmarquen en un espacio temporal y geográfico definidos. De ahí la relación interdependiente entre Historia y Sociología. Es esta última la que dota a la Historia de herramientas que permiten el análisis de los conflictos sociales. En consecuencia, la teoría sociológica del conflicto ha inspirado en mayor o menor medida todos los trabajos históricos sobre la conflictividad social, independientemente de la metodología que emplee y la teoría a la que se afilie.
Todas las teorías del conflicto, de un modo u otro, son herederas del pensamiento de Marx, en tanto éste caracterizó el desarrollo de la sociedad humana a partir de la lucha de clases como elemento clave del desarrollo histórico del hombre. Si bien es cierto que Marx no descubrió la lucha de clases, sino que tomó este concepto de la historiografía, señaló el lugar que a aquella correspondía para el desenvolvimiento de la sociedad humana hacia nuevas etapas, y vio en el conflicto de clases un elemento esencial que conduciría a una sociedad nueva. (…) (Delgado, C: 2004, 163)
Aquí entonces el tiempo histórico se nos revela como elemento cognoscitivo imprescindible en el análisis de la evolución sociohistórica. A diferencia, por ejemplo, de Durkheim o Weber que entendían el tiempo histórico dado empíricamente, para Marx el tiempo histórico es algo que se construye y que se relaciona intrínsecamente con la generalidad y la totalidad construidas dialécticamente. Es en este sentido que se afirma que la realidad total no es más que una postura gnoseológica para el conocimiento de la propia realidad. “Según esta posición epistemológica, la realidad social es concebida como un todo que posee su propia estructura (…), que se desarrolla (…), que se va creando (…).” (Bravo, Díaz y Michel, 1997: 99) y que inevitablemente se relaciona con las expresiones de las contradicciones de clases.
Estas contradicciones estructuralmente pueden expresarse en los diferentes niveles de actividad o prácticas económica, política e ideológica, lo cual se vincula o expresa los diversos tiempos históricos. De ahí que puede afirmarse que no existe una concepción lineal del cambio social en Marx. Afirmarlo sería reducir la teoría marxista del desarrollo. Más bien podíamos estar hablando de la evolución histórica de la sociedad a través de rupturas revolucionarias, en las que espacio, tiempo y contexto se develan fundamentales.
Creer que en la sociedad las relaciones sociales se dan armónicamente y en paz en todo tiempo y espacio y que se puede explicar teóricamente porque ello es así universalmente, es una ambición interesante, pero inviable e imposible de alcanzar. Las sociedades que conocemos, o la sociedad que conocemos, al menos, nos muestra que el conflicto social sino se encuentra manifiesto, por lo menos está latente (…) (Stropparo, 2006, X, 2:13).
Reafirmamos que el desarrollo humano entonces, no es lineal, fijo, inmutable, sino que está en constante movimiento, de acuerdo con las contradicciones que se generan al interno de la sociedad. O sea, la historia se produce a través de la actividad humana (Ritzer, 1993:180)[1], aunque los hombres no hacen la historia solos, aislados como individuos, sino como grupos; la actividad es el resultado de la interacción entre esos sujetos y bajo las circunstancias que les han sido legadas. Individuos que están sujetos a leyes y que determinan o condicionan las transformaciones sociales.
En este sentido el marxismo nos dejó instrumentos metodológicos para comprender las clases sociales, los grupos sociales, el comportamiento social y la revolución social. Dicho de otra forma, en los diferentes modos de producción, la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, pueden derivar en la revolución social, expresión esta del cambio social.
La originalidad de Marx ha sido la de lidiar simultáneamente con la génesis y el devenir, dando un aspecto contradictorio al discurso histórico. Esa contradicción, sin embargo, es dialéctica, pues la fuerza del discurso histórico de Marx está justamente en considerar la reflexión de una forma histórica a la vez como devenir y como génesis (Chaui, M, 2006: 166).
Desde otro ángulo y en palabras del propio Marx en el Prólogo de 1859 a la Contribución
a la crítica de la economía política:
En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales (…). Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes (…). De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social (…). Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua (…) (Marx, 1976: 517-518).
En suma, y desde una perspectiva epistemológica marxista, la Historia debe entenderse, para que sea objetiva, científica y crítica, desde una visión dialéctico- materialista, en la que el desarrollo está sujeto a contradicciones y donde nada es estático. Todo ello y a pesar de las desviaciones y vulgarizaciones del marxismo original, y de su correlación ideológica e identificación con una forma de Estado.
La Historia es más que la explicación del pasado de la humanidad. Mucho se ha escrito sobre este respecto. El historiador ha sido considerado durante algún tiempo como un mero recopilador de datos, básicamente en documentos resguardados en archivos históricos. Obviamente, esto conduce a que la Historia sea ubicada al margen de la ciencia, que sea solo una repetidora de hechos, donde la mitología, la literatura y los discursos elaborados, poco tienen de análisis.
Pero nada más lejos de la real concepción de la Historia. Esta no es solo la plasmación de datos e información. Se requiere de interpretación, análisis de la información que se disponga y propuestas de indagación científica relativas a la evolución de la humanidad. No podemos por supuesto, concebirla como una ciencia exacta, pues su objeto descansa en las variables de tiempo y espacio, donde el procesamiento de elementos referidos a la política, la sociedad, la economía y la cultura, pueden ser interpretadas de manera diferente por cada historiador, en correspondencia con las hipótesis trazadas, su cosmovisión del mundo, postura ideológica e incluso, del tipo de fuente empleada y la crítica que haga de la misma. En paralelo se requiere de la interdisciplinaridad de las ciencias sociales y en especial de la historia que estamos construyendo.
En resumen, podemos afirmar que la Historia es el estudio del pasado humano, también del presente, sujeto a leyes, desde una postura epistemológicamente científica, crítica, que permita analizar el presente y proyectar el futuro, en relación con otras ciencias sociales y que el historiador reconstruye. Nos referimos aquí a la Filosofía, la Antropología, la Sociología, la Politología y la Etnología, básicamente.
Este enfoque parte de la relación causa-efecto. Quiere decir que un hecho o proceso histórico ocurrido tuvo su causa, lo cual condicionó un efecto, el que también puede a su vez, ser causa de otro acontecimiento. Entonces, un enfoque científico parte del planteamiento de los hechos para descubrir sus causales e interpretarlos, ofreciendo conclusiones que no pueden darse como verdades absolutas, insuperables, en tanto el conocimiento histórico se encuentra en la razón y no en la memorización (Cfr. Sánchez, L. 2005, I (1):18). De igual modo se trata de la objetivación de lo subjetivo, o sea, el hecho histórico en cualquiera de sus manifestaciones o expresiones.
Pero ¿cuándo la Historia dejó de ser mito, narración de sucesos políticos, para transformarse en una historia crítica, dedicada a la historia económica, política y social, a una historia globalizadora?
Responder a la interrogante nos conduce a mediados del siglo XIX, cuando emergió la teoría de Marx sobre la concepción materialista de la Historia. Desde entonces, y con altas y bajas hasta nuestros días, avances, retrocesos y contradicciones, la Historia se tornó crítica, científica. Paralelamente, la producción historiográfica. De forma que resulta imposible acercarnos al análisis y comprensión de los hechos y procesos históricos sin atender la propuesta crítica de Marx y su repercusión en la historiografía del siglo XX y lo que corre del XXI. Consideremos en su desarrollo e influencia las corrientes historiográficas de la Escuela de Fráncfort, la Revista británica Past y Present, y autores tales como Perry Anderson, Christopher Hill, Eric Hobsbawn, Pierre Vilar, Joseph Fontana y Julián Casanovas, entre otros.
Más la metodología marxista no significó un desdén por la historia de los acontecimientos, por el contrario pretendió hacer una historia más global, enmarcada en el conjunto de tendencias y fuerzas que moldeaban el proceso histórico (Hobsbawn, 2003: 343).
Esto representó una revolución epistemológica en la Historia. Para muchos, la transición de una historia narrativa a una historia-problema, en la que lo esencial era la transdisciplinariedad de las Ciencias Sociales y Humanísticas. En estas posturas teórico-metodológicas e historiográficas, el estudio de la sociedad, la cultura y las mentalidades, devinieron en el centro de la discusión acerca de cómo hacer y escribir la Historia. Más lo verdaderamente aportador fue la manera de entender, analizar, explicar y escribir la Historia desde una concepción totalizadora.
Haciendo historia entonces, recordemos el momento y el contexto en que surgió la teoría marxista. Como señalamos al inicio de este trabajo, Marx elaboró toda su teoría en el tiempo histórico del desarrollo del capitalismo y del ciclo revolucionario burgués, que tuvo su cénit en la Revolución Francesa. Un tiempo y un espacio concreto, por lo que la aparición de la teoría marxista no puede entenderse al margen del pensamiento europeo del período. Nos referimos al socialismo utópico, al positivismo y su manera de ver y explicar la evolución de la humanidad, y por último, al pensamiento dialéctico hegeliano.
Núcleo de la teoría marxista y del materialismo histórico, es la concepción de la lucha de clases como motor impulsor de la historia. En especial las concepciones de Marx y Engels se vincularon a las luchas de la clase obrera contra la burguesía. Su objetivo, el fin del capitalismo.
Cuando Marx se refirió a la superación del Capitalismo, propugnó también una interpretación diferente de la sociedad, en su aspiración por entender el desarrollo humano. O sea, aportaba una nueva teoría de la Historia, cuyo propósito esencial era la transformación revolucionaria[2], en la que nuevos actores, los obreros[3], tendrían el protagonismo. Desde el punto de vista historiográfico podemos establecer un paralelo. El marxismo rescató a los personajes olvidados, a diferencia del positivismo, para el cual la Historia se movía a partir de los grandes personajes (generadores de documentos), las grandes batallas y las élites gobernantes.
Por su relación con la producción historiográfica, la metodología empleada y su larga data, haremos un paréntesis para hacer referencia al positivismo. En un momento coincidente con la crisis planteada por la Revolución francesa y la evolución científica expresada por significativos éxitos en las ciencias naturales, tomará auge el pensamiento de Augusto Comte. Significa que la necesidad de estudiar científicamente al ser humano nace debido a la experiencia de la Revolución francesa, que colocó por primera vez a la sociedad y al individuo como objetos de estudio científico. Expliquemos de forma más concreta.
El positivismo como doctrina filosófica, sociológica y política enfatiza en la aplicación del método científico en los eventos del día a día. Se opone a las abstracciones teóricas, imaginativas y metafísicas, a la par que afirma que el conocimiento auténtico es el conocimiento científico y que tal conocimiento solamente puede surgir de la afirmación de las hipótesis a través del método científico. Considera que el conocimiento científico se basa en la experiencia de los sentidos, que sólo puede avanzarse mediante la observación y el experimento, asociados al método científico.
Una de las propuestas más destacadas de Comte es la de la investigación empírica para la comprensión de los fenómenos sociales, de la estructura y el cambio social (razón por la que se le considera padre de la Sociología como disciplina científica). De acuerdo con el positivismo clásico basta con reunir determinados hechos documentados para que surja la Ciencia de la Historia.
Esta epistemología positivista surge como manera de legitimar el estudio científico naturalista del ser humano, tanto individual como colectivamente. De modo que el positivismo es una epistemología hibrida que combina el racionalismo con el empirismo, y la lógica deductiva con la lógica inductiva; también ha sido denominado hipotético deductivo, cuantitativo, empírico-analista y racionalista; “denota un enfoque filosófico, teoría o sistema basado en la opinión de que en la vida social, así como el sentido de las ciencias naturales experiencias y su tratamiento lógico y matemático son la fuente exclusiva de toda la información que vale la pena” (Pérez Villamar, 2015, IX, 3:29).
Entonces, este paradigma trata de extrapolar el modelo de las Ciencias Físico-Naturales a las Ciencias Sociales, utilizando básicamente la metodología cuantitativa. Considera la inducción y confirma las leyes y teorías como ciencias verdaderas. Se podría inferir entonces que en este paradigma nada es permitido si no es adecuadamente cuantificado, expresado matemáticamente y con relación a unas variables. Estos modelos pretenden confirmar teorías, verificarlas y llegar a una teoría general aplicable a la mayoría de las situaciones. Además de que puede pretender, que los procedimientos de las ciencias sociales deberían reflejar, lo más fielmente posible, los de las ciencias naturales.
La corriente positivista tiene como característica diferenciadora la defensa de un monismo metodológico. Significa que la explicación científica ha de tener la misma forma en cualquier ciencia, si aspira a ser ciencia, específicamente el método de estudio de las ciencias físico-naturales. En metodología histórica, el positivismo privilegia fundamentalmente las pruebas documentadas, minusvalorando las interpretaciones generales, por lo que los trabajos de esta naturaleza suelen tener excesiva acumulación documental y escasa síntesis interpretativa (Aguirre, C, 2011:56-58). Resulta ser una historia descriptiva, narrativa, erudita, que si bien no se puede ignorar en la trayectoria de la escritura de la Historia, mostró entonces y muestra hoy, su incapacidad para analizar y reconstruir la relación dialéctica entre realidad e interpretación de los hechos históricos.
Se añade a lo anterior la errónea concepción positivista de la imposibilidad del estudio del presente pues se requiere para hacer un análisis objetivo la lejanía de los hechos históricos. Ello se relaciona con el propio concepto de que el objeto de estudio de la Historia es el pasado de la humanidad. Nada más lejos de la verdad.
Durante algún tiempo, los historiadores, atraídos por el postulado fundamental del positivismo, se dedicaron a la comprobación de hechos. El resultado fue un enorme aumento de conocimientos históricos detallados, basados en el examen exacto y crítico de las pruebas históricas y el empleo de herramientas teórico-metodológicas de la Epigrafía, la Paleografía, la Diplomática, la Estadística, etc. El historiador positivista, debía enfrentarse con una nueva manera de estudiar los hechos pasados, no interesaba el hecho histórico en cuanto tal, sino abstraer lo general de esas individualidades para obtener lo "típico". Esta generalización representaba manifestaciones histórico-culturales que el historiador debía tener en cuenta como algo que se agregaba al hecho histórico individual. Pero siempre con gran apego a las fuentes documentales escritas, la idea de que los hechos históricos son irrepetibles y que acontecen en un tiempo y condicionamiento concreto y dedicado prioritaria y exclusivamente al estudio de las élites y nunca a las grandes masas.
“La historiografía positivista es la historia que se basa en una sola fuente que tendrá una función muy memorística (…) ha sido también muy descriptiva, narrativa, erudita y encerrada dentro de sus propias y limitadas visiones de los problemas sociales e históricos (…) lo que, sin embargo, no elimina el hecho de que sería imposible entender el paisaje de los estudios históricos actuales, sin tomar en cuenta el pequeño pero decisivo aporte de esta historiografía positivista. Porque es claro que no puede haber historia sin erudición, aunque también sea evidente que la historia no se reduce a su condición erudita…” (Aguirre, C, 2011:61).
Siguiendo a Aguirre (2011), las ciencias sociales por su gran complejidad deben desarrollar un modo distinto de acción: el método histórico. Ello exige considerar los fenómenos sociales dentro del desarrollo general de la humanidad, sometidos a las leyes de evolución que harán posible una “previsión racional de los descubrimientos”. El método histórico proporciona, por tanto, una mayor racionalidad al estudio de la sociedad, y hace que la elección de los temas de investigación deje de ser arbitraria, o al menos totalmente empírica, para convertirse en algo guiado por una teoría. De esta manera el método histórico permite establecer hipótesis científicas en correspondencia armónica con los datos adquiridos.
El análisis de Marx sobre la Historia parte del estudio de las formaciones económico-sociales, teniendo como hilo conductor el principal factor objetivo que es la producción de bienes materiales. Esta consideración revolucionaria permitió ver a Marx la inevitabilidad histórica del fin de las relaciones capitalistas y de este modo, la elaboración de una nueva concepción, que es en esencia anticapitalista. La asunción de esta teoría y también de la metodología que lleva implícita, por varias generaciones de historiadores en el siglo XX, ha condicionado la aparición de importantes debates conceptuales en torno a los modos de producción, el papel de las masas en la transformación social (ampliada a nuevos sectores y movimientos sociales en la actualidad), así como a nuevas interpretaciones de los hechos, procesos y coyunturas históricas.
Marx consideraba al cambio social como resultante de una multiplicidad de aspectos. Construyó una teoría global de la sociedad, partiendo de múltiples elementos interrelacionados. En otras palabras, entre los diversos componentes de la sociedad se produce una relación dialéctica.
“Marx sostuvo que la dinámica de cambios se explica a partir de las contradicciones inherentes a la estructura de clases de la sociedad. Son fuerzas endógenas las que impulsan el cambio y el desorden de la revolución o momento de presunto caos, es, al mismo tiempo, la fuente del nuevo orden” (Capote, I: 2004, 148).
Desde el punto de vista metodológico la concepción de Marx puede ser punto de partida para el investigador social, porque indica que cualquier proceso acaecido en la sociedad, es complejo, dialéctico y contradictorio y debe de verse en un contexto histórico concreto, amén de evaluar los antecedentes de este. Puede añadirse que los procesos sociales no son resultados de una evolución física, como en las ciencias naturales, ni están predeterminados, sino que son producto de una necesidad histórica, que es la que mueve la conducta de los hombres y explica el movimiento social. Esta consideración de Marx sustenta la argumentación de la irreconciliabilidad de los intereses clasistas y su rol en el espiral desarrollo social. Casuísticamente, además, puso en claro la presencia de la regularidad histórica en la sociedad, que tiene un carácter objetivo y que se expresa a través de la conducta y la acción de los hombres.
Con esta exposición teórico-metodológica precisemos su instrumentalidad y vigencia en los análisis sociales en general e históricos en particular, no solo en los procesos de construcción, reconstrucción y deconstrucción histórica, sino también y esencialmente, en las propuestas historiográficas marxistas.
Partiremos del hecho de que nuestro objetivo aquí no es, ni ha sido, realizar un balance de los estudios históricos y su escritura a lo largo del tiempo histórico, desde una propuesta metodológicamente marxista, científica y crítica, sino la demostración de su objetividad para la construcción analítica e interpretativa del pasado histórico. Quiere decir, el empleo de todo su instrumental teórico y su utilidad como herramientas para escribir y enseñar Historia. De hecho, entonces, y conociendo que los estudios históricos y sus escuelas de pensamiento han tenido una ubicación y propuesta eurocentrista[4], extendida de manera más constreñida a historiadores marxistas en Estados Unidos y América Latina, haremos nuestra la periodización de la Historia de la Historiografía marxista y los aportes de la teoría marxista a los estudios históricos del siglo XX, realizada por el historiador mexicano Carlos Aguirre Rojas[5].
Todo lo anterior se justifica con el entendido de que no se pueden interpretar los procesos históricos hoy sin considerar la influencia que el proyecto marxista tuvo en la producción historiográfica del siglo XX –largo para algunos como el propio Aguirre quien lo inicia a mediados del siglo XIX y lo extiende hasta la actualidad (Aguirre, 2011); corto para otros como Hobsbawn, quien lo restringe a los años comprendidos entre 1914 y 1991 (Hobsbawn, 1999). Asumo también la vigencia del materialismo histórico y la propuesta marxista y su utilidad, –enriquecida por el pensamiento revitalizador de Gramsci y Lukács– no solo política e ideológica, sino también científica, para interpretar los acontecimientos históricos y explicar la evolución de la humanidad, amén de la existencia de otras propuestas historiográficas posmodernistas (Mussy, L y Valderrama, M. (2010).
Una mirada a las corrientes historiográficas positivista y marxista nos permite apreciar puntos dicotómicos. De una parte, el positivismo se caracteriza por un culto exagerado de los textos, considerando la fuente escrita como única para la construcción del conocimiento histórico. Su objeto es el pasado humano, de ahí que produzca obras preferentemente biográficas, militares, diplomáticas y políticas, demostrativas de erudición, y repletas de narrativa y descripción de hechos históricos. Aunque surgió luego de la revolución francesa, ha estado coqueteando hasta nuestros días.
Sin embargo, y sin ignorar su importancia en los estudios históricos, los análisis marxistas y más contemporáneos de la Historia, consideran que esta debe analizar toda obra humana, independientemente de su temporalidad. De ahí que pueda hablarse de una historia del presente y también de una historia generalizadora, problémica, analítica e interpretativa, que no solo se basa para su construcción en fuentes escritas y documentales, sino en una amplia gama de otras fuentes que la hacen más integradora.
En este sentido el marxismo nos dejó instrumentos metodológicos para comprender las clases sociales, los grupos sociales, el comportamiento y la revolución social, tanto el marxismo original como los marxismos del siglo XX. Los mismos resultan válidos para el análisis objetivo, crítico y totalizador de las ciencias sociales en general, particularmente de la Historia, en todas sus dimensiones, temas y problemas, pero con un fundamento profundamente social. He aquí su vigencia.
Esta concepción de la historia descansa, pues, en la exposición del proceso real de producción, partiendo de la simple producción material de la vida, y en la comprensión de la forma de intercambio ligada a este modo de producción y creada por él, o sea, la comprensión de la sociedad civil en sus diversas etapas como base de toda la historia, y en su acción como Estado. (. . .) (Marx y Engels, 1979: 79).
En resumen, la mirada de Marx hacia la sociedad estuvo enriquecida por la visión totalizadora de la misma, heredándonos una filosofía revolucionaria ajena a todo dogma o prejuicio. A ella le acompañan la demostración de la necesidad de enfocar los problemas históricos desde una perspectiva dialéctica, que tenga en cuenta las contradicciones inherentes a los problemas de la sociedad en su desarrollo, así como la concepción crítica y con una visión globalizadora de la historia. Son ellas no solo aportes teóricos, sino también lecciones importantes que muestran su vigencia, a pesar de aquellos que lo negaron o renegaron, luego de la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento del llamado socialismo real.
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[1] La actividad puede ser considerada como el medio que utilizan las personas para apropiarse de los objetos de la naturaleza.
[2] El objetivo no era justificar la hegemonía de la burguesía y la expansión del Capitalismo, sino analizar su cara oculta, es decir realizar una crítica radical del mismo, como arma para las luchas políticas, económicas y sociales.
[3] Que paradójicamente era un resultado de la expansión de las relaciones de producción capitalistas.
[4] Nos referimos a las ya mencionadas Escuela de Fráncfort, las Revistas Past and Present, New Left Review, junto a Annales o historia social, heistoriadores de la talla de Cristopher Hill, Perry Anderson, Eric Hobsbawn, Lucien Febvre, Pierre Vilar, Joseph Fontana, Manfred Kossok , Marc Bloch, Fernand Braudel, Julio Aróstegui.
[5] Ciudad de México, 1955. Doctor en Economía por la UNAM. Postdoctorado en Historia por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Investigador en la UNAM. Director de la Revista Contrahistoria. La otra mirada de Clío. Publicaciones importantes en revistas y libros en México, Cuba, España, Francia, Alemania, Italia.