Luis Felipe García1
1. Universidad de La Habana, La Habana, Cuba.
Email: ludvik9105@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000‐0002‐7360‐4169
Recibido: 03/01/2021 Aceptado: 20/04/2021
Para Citar: García, L. F. (2021). Introducción a "Crítica de la razón impura: Horizontes de posibilidad y sentido. Dialektika: Revista De Investigación Filosófica Y Teoría Social, 3(7), 63-70. Recuperado a partir de https://journal.dialektika.org/ojs/index.php/logos/article/view/51
Resumen:
Traducción del libro "Critique of impure reason: Horizons of Possibility and Meaning"
Palabras clave: Crítica de la razón impura, posibilidad, sentido.
Abstract:
Translation of the book: "Critique of impure reason: Horizons of Possibility and Meaning"
Keywords: Critique of impure reason, possibility, meaning.
A no ser que el científico publique los resultados de sus investigaciones para que sean accesibles y puedan contribuir al crecimiento general del conocimiento, su labor es inefectiva. Desde el punto de vista de la sociedad, es como si no se hubieran realizado, y desde el punto de vista del individuo son solamente una forma de auto indulgencia. Si se justificara alguna vez el uso de la palabra “deber”, y podemos llevarnos bien sin ello, yo estaría tentado a usarla en esta conexión.
P.W. Bridgman (1959, p.291)
El poeta romano Horacio recomendaba que un autor serio debía abstenerse de publicar durante nueve años. Copérnico espero durante 36 años, cuatro veces ese tiempo. Aquí, he pospuesto la publicación de un conjunto de ideas por un periodo cinco veces mayor al recomendado por Horacio, lo suficientemente mayor como para que el resto de la vida no me permita un múltiplo mayor.
No es frecuente que un autor tenga la oportunidad –mucho menos la motivación- de regresar a un trabajo emprendido casi cinco décadas atrás, a revisarlo con una mirada más crítica que sea fruto de la experiencia y de lo que uno esperaría que fuera un desarrollo mental mejorado, para entonces sopesar los pros y los contras de reiniciar ese trabajo, revisándolo sustancialmente y extendiéndolo. Más importante, pocos proyectos iniciados años atrás merecen realmente semejante trabajo por parte de sus autores. La decisión de hacer esto no ha sido fácil.
Para empezar, una buena cantidad de cosas han cambiado desde que se plantó la semilla de este libro en 1974. Aunque el primer trabajo fue escrito desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia y la lógica matemática, su marco de referencia específico era una combinación de epistemología, teoría de la referencia y lógica matemática, tal vez con un trasfondo apenas perceptible de psicología. Estas especialidades diferentes raras veces se combinan, y cuando lo han hecho, el resultado –a la luz de la literatura publicada a mediados de los 70- se ha distanciado notablemente del rango de interés y la intención fundamental del presente libro. Sin embargo, hay, como veremos, algunos signos de que la tendencia de la moda y el gusto filosófico has comenzado a cambiar.
El primer trabajo del cual parte este estudio estuvo influenciado fundamentalmente por un acercamiento trascendental a la investigación filosófica, y serán evidentes a los lectores algunos signos claros y fuertes de esta continuada influencia en las páginas que siguen. Mientras que la Critica de la Razón Pura de Kant buscaba identificar, describir y analizar las precondiciones de la experiencia y el conocimiento - la presente Critica de la Razón Impura busca, tanto en contraste como en paralelo a la obra de Kant escrita hace dos siglos- identificar, describir y analizar las precondiciones de toda referencia o identificación, y al hacerlo así, determinar el universo de significado posible. He llamado a este libro Crítica de la razón Impura porque su propósito es explícitamente negativo: reconocer las fronteras de lo que es referencialmente prohibido. Es decir, estudiar los límites más allá de los cuales la referencia se vacía necesariamente de significado. Como descubriremos, los intentos de transgredir esas fronteras, que más tarde llamaremos “horizontes metalógicos”, son tanto frecuentes como extendidos. Tales intentos comprenden una amplia gama de confusiones conceptuales que yacen en el centro de muchos problemas filosóficos. Una clara comprensión de tales transgresiones intentadas ofrece, como esta Crítica de la Razón Impura intenta demostrar, una solución a muchos de estos problemas, una solución que racionalmente no puede ser aceptada, como se aclarará gradualmente.
Encontraremos que la relación entre la antigua y la nueva Crítica es conceptualmente básica y significativa: Encontraremos a la luz de las conclusiones alcanzadas en los siguientes capítulos que la Critica de la Razón Impura posee una prioridad lógica y trascendental en relación a la Crítica de la Razón Pura de Kant. Su prioridad en estos dos sentidos significa que comprende un estudio preliminar, que es conceptualmente más básico debido a sus tareas de detección de error, corrección, revisión de conceptos, y, en algunos casos, su eliminación, debe preceder a los esfuerzos más constructivos de la Crítica de la Razón Pura, y por supuesto, debe preceder los esfuerzos de cualquier teoría coherente desarrollada para responder[1] por los objetos que desea estudiar. Un estudio de la “razón impura” debe, necesariamente, tener semejante precedencia para asegurar que las siguientes tareas constructivas no sean contaminadas, impedidas o socavadas por una importante y desapercibida variante del error que es el foco central de la “ciencia negativa” de la Crítica de la Razón Impura.
Para cuando los lectores hayan alcanzado los capítulos concluyentes de este libro, será evidente tanto cómo y porqué esto es necesariamente así. En ese momento, examinaremos el concepto de “ciencia negativa” y su función crítica tanto en la filosofía como en el análisis y valoración de un amplio rango de conceptos, juicios y creencias del sentido común, así como de sus contrapartes que son empleadas por la ciencia formal y natural. Hallaremos que muchos de estos conceptos, juicios y creencias han dado el más importante objeto[2] de controversia filosófica durante los dos últimos milenios.
Aunque este trabajo guarda la relación con la obra de Kant que mencioné brevemente, el presente no es un estudio del pensamiento de Kant, ni se desarrolla en el mismo nivel conceptual, ni es un acercamiento metodológico igual, ni comparte muchos de los mismos problemas, ni acepta muchas de las principales conclusiones a las que llegó Kant. El camino escogido en este libro diverge de manera radical y básica, explícita del de Kant, algo que no debe ser tomado con asombro, y que ciertamente cabría esperarse después del paso de más de doscientos años. Aunque los lectores encontrarán referencias ocasionales y breves discusiones de la obra de Kant, este estudio no pretende y no debe ser pensado como una contribución a los estudios sobre Kant, una contribución a continuar los estudios de Kant o un intento de promover los objetivos filosóficos individuales de Kant.
A pesar de estas revelaciones y de la divergencia significativa entre las metas de Kant y los objetivos del presente trabajo, el lector reflexivo encontrará que las Críticas “negativas” y “positiva” se complementan la una a la otra en ciertas formas como modelos conceptuales que, tomados de conjunto, pueden servir como paradigmas de enfoques necesaria y conceptualmente interrelacionados para una comprensión filosófica integral de la realidad.
Mencioné más arriba que en el ancestro de esta obra había quizás un “tono apenas perceptible de psicología”. Cuando este sea relevante, se realizarán observaciones psicológicas ocasionales en el presente libro, pero están muy dispersas; el libro no es de ninguna manera una obra de psicología. No obstante, sería valioso referirse brevemente a la conexión con la psicología. La aplicación de la psicología en el contexto filosófico y a veces epistemológico ha resultado, sobre todo en las últimas dos décadas, en una variedad de libros y artículos que han hecho uso del sobrenombre[3] “filosofía terapéutica” o “filosofía como terapia”. Buena parte de este trabajo ha seguido el rastro del énfasis de Wittgenstein en el lenguaje y la idea de que el lenguaje es a veces usado inapropiadamente y específicamente de forma filosóficamente “mistificadora”. Algunos “terapeutas filosóficos” auto acreditados han buscado recientemente prestar credibilidad a su aceptabilidad profesional como “terapeutas” o “consejeros” alternativos y no tradicionales que “tratan” a “clientes” reales por problemas humanos reales, y unas cuantas organizaciones profesionales se han establecido para apoyarlos y autorizarlos.
Una excepción a este desarrollo que ve en la “filosofía terapéutica” el potencial para ayudar a los “clientes” a lidiar y quizás superar algunos de sus problemas de la vida diaria ha sido mi propia obra, completamente diferente e independiente, publicada tanto antes como después de mi monografía de 1974, Metalógica de la referencia. En esta investigación y publicaciones, al comienzo de los sesenta, acuñé los términos “terapia conceptual” y “patología conceptual”, ninguna de las cuales tenía nada que ver con “tratar clientes” en un ambiente semi clínico alternativo y artificial.
En su lugar, estos términos, como los definí, se refieren a una forma de análisis conceptual cuyo “propósito conceptual” es identificar, corregir, reemplazar, y evitar los conceptos defectuosos y auto-destructivos (y no en un lenguaje en desuso o seductor). Estos son conceptos que no pueden, por principio, servir sus pretendidas funciones debido al hecho de que pueden ser vistos como auto destructivos auto-referencialmente desde el punto de vista de un meta nivel abstracto que llamaremos más tarde “generalidad teórica máxima”. Estas ideas se desarrollan detalladamente en la presente obra y en otras de mis publicaciones; las menciono en términos genéricos para destacar su carácter periférico y divergente respecto a la “asesoría filosófica centrada en el cliente”.
Mientras que el asesoramiento filosófico de personas reales en un entorno supuestamente clínico ha atraído a algunos filósofos, la corriente principal de la filosofía actual ha continuado un movimiento general que durante la década de 1960 comenzó a alejarse decididamente de un interés orientado por la prueba para establecer resultados permanentes e irrefutables. Desde esa época aproximadamente, los filósofos han abandonado ese objetivo, y se han apoderado de la opinión de que tal propósito sea genuinamente realista, o que pueda, en principio, realizarse o incluso que debiera definir un propósito apropiado para la filosofía. El relativismo conceptual se ha vuelto dominante en buena parte del discurso y el estudio filosófico, impulsado por el reconocimiento poderosamente influyente del relativismo cultural por parte de la antropología y por el respaldo del relativismo en una sociedad obsesionada por las estructuras de la corrección política y la consecuente legitimización de los valores relativistas. Al mismo tiempo, el análisis del lenguaje ha atraído la mayor parte de la atención de los filósofos angloamericanos, mientras que los estudios estructuralistas, post-estructuralistas, hermenéuticos, deconstruccionistas, modernistas, post-modernistas, feministas, que son orientados a la narrativa (entre otros) se han vuelto dominantes en el pensamiento y la literatura de la filosofía europea, y han llegado a definir los intereses de la mayoría de la población restante del mundo de la filosofía angloparlante.
Desde el Milenio, un cierto número de alocuciones se han presentado en la Asociación Filosófica Americana que han destacado -por medio de la crítica negativa así como un moderado elogio- el hecho de que la filosofía prácticamente nunca (quizás un simple “nunca” es el juicio certero y honesto) ha producido resultado alguno en sus más de dos mil años de historia que sea ampliamente aceptado, que sea reconocido como firmemente demostrado, que sea resistente a la contención y la controversia, y que pueda ser aprovechado constructivamente por las generaciones futuras de filósofos para crear un cuerpo de conclusiones que representen resultados claros e irrefutables producido por la labor mental de pensadores capaces y calificados. Aquí hay una muestra de las observaciones presentadas ante la APA:
¿Cuál puede ser el progreso en filosofía, si este es compatible con tanto desacuerdo inerradicable con respecto a los asuntos fundamentales? (MacIntyre, 2010, p. 70)
Si es verdad que 2400 años después de Sócrates no hemos llegado a un solo argumento para una tesis filosófica substantiva, me parece que esto debería generar, al menos, un poco de preocupación acerca de nuestra disciplina (Tooley, 2011. p.30).
La mayor parte de la filosofía…, creo, es tal que no hubiera sido una gran pérdida para el mundo si nunca se hubiera publicado (Wolf, 2011, p. 47).
Si uno le pregunta a un filósofo por un único libro que resuma los elementos del conocimiento filosófico –como uno podría preguntarle a un químico por un manual de química- este no tendrá nada que presentar. No hay un cuerpo general y consensuado del conocimiento filosófico… Si examinamos la historia de la filosofía moderna, parece ser un sujeto en búsqueda de un objeto…
Esto debiera hacernos pausar. ¿Cómo puede ser que después de dos mil años y medio de esfuerzo la filosofía todavía no ha alcanzado el estatus de una ciencia, y no tiene un objeto convenido, y no tiene un fondo do conocimiento filosófico? ¿Cómo se puede explicar la pobreza de la filosofía, entendida como una disciplina cognitiva?
Se ha hecho promesa de que -mañana- después de dos mil años de adolescencia irresponsable, la filosofía produciría al fin un grupo de verdades y teorías bien fundamentadas, y se ha demostrado sin base, demasiado a menudo como para ser convincente (Hacker, 2009, pp. 130-131, 134).
La idea de que hay pruebas en la filosofía como las hay en la matemática es ridícula, o no está muy lejos de serlo… Solo una cosa se puede decir contra este estándar del éxito filosófico: si fuera aceptado, casi ningún argumento de ninguna tesis filosófica sustantiva contaría como éxito (van Inwagen, 2006, pp. 37-38).
Las aspiraciones de los filósofos del pasado de transformar la filosofía en una disciplina científica decente, cuando se recogen en una encuesta histórica, no nos parecen más que un bulevar de sueños rotos (Philipse, 2009, p.163).
El ideal de la filosofía como una ciencia supuestamente rigurosa se ha convertido, si no en algo risible entre la mayoría de los filósofos, entonces en un espejismo que ellos han de dejar de lado en un rechazo cansado y condescendiente. Pero, aun así, todavía hay –aquí y allí- como algunas de las citas arriba mencionadas demuestran, signos internos de creciente insatisfacción. No hace mucho los ocupantes de la Cátedra de Lógica de Wykeham expresaron uno de los más sorprendente de estos signos:
La retórica de una filosofía finalmente fundante como una empresa teórica rigurosa se ha vuelto popular en Oxford recientemente, donde la usan los ocupantes de la Catedra de Lógica Wykeham de Oxford. Timothy Williamson, por ejemplo, ha insistido recientemente en la necesidad de estándares metodológicos rigurosos para la filosofía, y ha calificado a los que se oponen a la “teorización filosófica sistémica” de sucumbir ante “una rendición innecesaria a la desesperación, el filisteísmo, la cobardía o la indolencia” (Philipse, 2009, p. 162)[4].
Ha habido algunas indicaciones como estas de que la “filosofía como una ciencia rigurosa” no ha sido relegada completamente al olvido. Quizás el péndulo este comenzando a cambiar, aunque lenta y dubitativamente, la dirección de su movimiento. Pero quizás no.
Sigue siendo un reto discernir cualquier patrón emergente a medida que escudriñamos las hojas de té irrelevantes. El consenso abrumadoramente general que ha tomado forma y fosilizado durante las últimas cuatro o cinco décadas sostiene dos proposiciones: (1) la filosofía nunca ha establecido, de hecho, durante su larga historia, ningún resultado con un alto grado de fiabilidad e Incuestionabilidad, y (2) la filosofía o (a) ha fallado en tener semejante éxito o (b) es un error criticar la disciplina por no cumplir con lo que nunca se debía haber esperado que cumpliera. La primera parte de este consenso general está fundamentado empíricamente, decidido a la luz de la evidencia simple e innegable de que no hay un solo ejemplo de resultado filosófico de un tipo rigurosamente indiscutible que pueda ser producido. La segunda parte del consenso pende sobre los asuntos del valor: Si uno valora los resultados firmemente demostrados, entonces cualquiera que se adhiera a la percepción está destinado a ser decepcionado y debiera probablemente moverse a otro campo de investigación, es decir, la ciencia o la matemática. Alternativamente, si él o ella ve algo de acuerdo a 2b, entonces todo está bien en el actual universo multicultural, reafirmador de la diversidad e inconcluso de diálogo, argumento y discusión filosófico.
Las afirmaciones 2a y 2b expresan decisiones profesionales personales sobre como uno debe gastar su tiempo y trabajo. Se requiere un grado considerable de esperanza, determinación y voluntad de oponerse a la moda y estilo que defina a la filosofía hoy, para confrontar la ausencia de facto de resultados filosóficos que se puedan probar con cualquier sentido de optimismo realista de forma que esos resultados puedan estar por venir, después de un largo pasado que se extiende por milenios sin ninguna conclusión sólida que mostrar por ese esfuerzo. No obstante, desde el punto de vista del autor de este libro, habiendo nacido con una fuerte tozudez de carácter, habían sido desde joven alguien para el que significa poco la conformidad con las modas disciplinares dominantes, he estado dispuesto, y he preferido, tomar un camino independiente, como los lectores de este estudio optimista descubrirán.
Es una meta-verdad fundamental que la verdad en sí misma no tiene una conexión directa con el consenso popular, y que igualar a ambas es estirar, mucho más allá de su aplicación significativa, el amor incuestionable de la democracia por las creencias compartidas por grupos contabilizados por el voto. Y, aun así, la confianza en el consenso de grupo, especialmente en los últimos años, se ha convertido en una forma firmemente enraizada de situar la corona de la verdad en verdades que resulta que tienen la aprobación social y disciplinar. Y, aun así, tal y como la historia intelectual nos muestra, el esfuerzo independiente e individual a menudo ha probado ser más prometedor en la búsqueda de una verdad demostrable que el consenso de las creencias grupales[5].
A medida que los lectores pasen las páginas de este libro, será claro que este estudio va contra el núcleo dominante en un cierto número de formas fundamentales. Si es exitoso en sus propios términos y en relación con sus metas específicas, entonces puede que sea un contraejemplo de la no existencia de resultados demostrables en la filosofía. Y si fallara en el establecimiento de esos resultados, sería inconsistente culpar de los esfuerzos aquí realizados, dado el contexto de una disciplina que continua en un camino perpetuamente inconcluso a través del tiempo.
Si a veces soy enérgico y quizás para algunos lectores demasiado dogmático, es en el interés de la economía de la presentación. He escogido generalmente en este trabajo no discutir en detalle los enfoques filosóficos que puedan incluir alternativas u oposición a lo que se presenta porque esto tiene la tendencia inevitable de empantanar la discusión en controversia en vez de aclarar una forma de desarrollo constructivo. No ha sido mi propósito en este estudio criticar las ideas de otros, sino más bien explicar detalladamente cómo podemos tener un firme progreso filosófico que avanzara tanto nuestro conocimiento como el rigor ausente de nuestra disciplina. En los capítulos que forman la tercera parte de este libro, los lectores encontrarán una cantidad extensa de aplicaciones que muestran cómo se pueden conducir basados en los principios formulados en los primeros capítulos. En todo momento, he considerado que una presentación directa, clara y asertiva proporciona el mejor enfoque dados los objetivos de este estudio.
[1] Account for: aquí podría utilizarse otra acepción del verbo, como considerar o explicar. Sin embargo, el uso de responder corresponde con la idea de accountability (responsabilidad o rendición de cuentas), que el autor defiende con respecto a la teoría.
[2] Subject-matter: materia, tema u objeto que hace referencia al destino de una actividad. En este caso, la controversia filosófica.
[3] Sobriquet
[4] Williamson, incidentalmente, llega incluso a rechazar el mantra del analista del lenguaje que la tarea primaria de la filosofía es construir una teoría sistemática del lenguaje.
[5] Para los lectores interesados en evidencia convincente y fundamentada históricamente que apoya esta declaración y otros argumentos relacionados, véase Murray (2003).