El sentido de la vida en José Martí

The Meaning of Life in José Martí

 

Hayled Martín Reyes Martín1

1. Universidad Autónoma de Guerrero, México.

Email: alejandromohr85@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0954-7531  

Recibido: 23/01/2021 Aceptado: 23/04/2021

 

Para Citar: Reyes MartÌn, H. M. (2021). El sentido de la vida en JosÈ MartÌ. Dialektika: Revista De InvestigaciÛn FilosÛfica Y TeorÌa Social, 3(7), 38-49. Recuperado a partir de https://journal.dialektika.org/ojs/index.php/logos/article/view/50

 

Resumen: El siguiente ensayo tiene como objeto el sentido de la vida en José Martí. Es un acercamiento a la cosmovisión del Apóstol cubano, sobre todo el problema filosófico. A través de la Historia de la Filosofía el objeto y significado de la vida siempre han sido una constante inquietud en la investigación de los grandes pensadores de la humanidad. El problema en sí se ha abordado desde lo biológico, lo teleológico y lo antropológico. En Martí, resaltan estas dos últimas visiones. Sin llegar a conceptualizar el objeto de la vida dejó varios escritos donde se rastrea su criterio sobre el asunto. Sobre esto, tenía pensado escribir un libro al cual llamaría “El concepto de la vida”; que nunca llegó a escribir. También es una mirada a los problemas ontológicos que se plantea el autor, en especial la metafísica de la vida: ¿qué hay después de la muerte? ¿existe otro tipo de vida donde el alma es perpetua? ¿reencarna nuestro espíritu? Son algunas de las preguntas que reflexiona José Martí.

Palabras clave: José Martí, metafísica, sentido de la vida.

 

Abstract: The following essay is centred on the meaning of life in José Martí. It is an approach to the Cuban Apostle's cosmovision, mainly the philosophical problem. Throughout the History of Philosophy, the object and meaning of life have always been a constant restlessness in investigating humanity's big thinkers. The problem has been approached from the biological point of view and the teleological and anthropological one. Martí, stand out in these last two visions. Without ending up conceptualizing the object of life, he left several writings where his approach on the matter is shown. About this, he had thought to write the book “The concept of the life” that never ended up writing. It is also a look at the ontological problems posed by the author, especially the metaphysics of life: what is there after death? Is there another type of life where the soul is perpetual? Does our spirit reincarnate? These are some of the questions that José Martí reflects on.

Keywords: José Martí, methapysics, meaning of life.

 

Introducción

José Martí (1853-1895), Héroe Nacional de Cuba, siempre tuvo gran preocupacion por el sentido de la vida. No sólo como poeta, en ese recurso escatológico de buscarle el sentido a la vida, sino también como revolucionario, y hombre de corta vida —sólo vivió 42 años—, que siempre le anduvieron persiguiendo las enfermedades fatales (Lo cual no es objetivo en el escrito). Lo cierto es que de una manera u otra, el Apóstol cubano siempre vio la pequeñez de la vida física y pensó en ello. El darle un sentido a la vida siempre estuvo entre sus principales intereses literarios y filosóficos.

El concepto de la vida

En carta a su amigo Miguel Francisco Viondi, fechada el 24 de abril de 1880 desde Nueva York, José Martí escribía,

Tengo pensado escribir, para cuando me vaya sintiendo escaso de vida, un libro que así ha de llamarse: El concepto de la vida. Examinaré en él esa vida falsa que las convenciones humanas ponen en frente de nuestra verdadera naturaleza, torciéndola y afeándola (Martí, 1991, t. 20, p. 284).[1]

Desde fecha tan lejana Martí se cuestiona sobre el objetivo y significado de la vida, sobre la existencia humana, y sobre esto se propuso escribir un libro titulado El concepto de la vida, el cual no pudo concretar en su existencia. Sobre esto solo dejó breves notas y apuntes; aunque en sus Obras completas existe suficiente material para comprender el sentido de la vida del Apóstol. A partir de estos preceptos en lo sucesivo se tratará de introducir el tema y sobre todo abordar incógnitas como ¿qué era la vida para Martí? ¿cuál es el significado de la vida? ¿qué es la existencia humana? ¿de dónde venimos y hacia dónde vamos? ¿hay una vida anterior, como especie de una “protovida”? ¿cómo son medidos nuestros actos? ¿existe una vida futura o “metaexistencia” después de la vida “vivida”?

El sentido de la vida ha sido uno de los más grandes problemas que el hombre se ha cuestionado siempre ab initio de la humanidad, y que ha sido objeto de estudio de la filosofía. El trasfondo filosófico en cuestión presenta tres grandes campos de estudio o referentes epistemológicos, desde los cuales el hombre ha intentado responder al sentido de la vida. Estos son: 1) desde la propia filosofía; 2) la religión; y 3) la ciencia. No descartar la literatura en esta re-significación cosmovisiva, como elemento que sustenta la subjetividad creadora de los seres humanos con respecto al problema de la vida; aunque hay que señalar que la escritura siempre ha venido influenciada por los tres aspectos antes mencionados, a excepción de la ciencia ficción con su visión (intrínseca) creadora y futurista de la existencia humana. Pero en sentido general, los postulados filosóficos, teológicos y científicos son los que más se han ocupado de las concepciones de la vida humana, siendo los dos primeros los más recurrentes en el problema en cuestión. Estas visiones en sentido general le han dado una respuesta teleológica o de fines al significado de la vida.

La Filosofía fue de los primeros saberes en reflexionar sobre el concepto de la vida. Desde la antigüedad griega hasta la contemporaneidad los filósofos han pretendido responder a este cometido. En este sentido, mención especial merecen entre aquellos primeros pensadores Platón y Aristóteles. El primero, tenía una concepción de la vida concebida como la Idea del Bien, que es en el mundo inteligible lo que el Sol en el sensible, pues, “lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas” (Platón, 2018, p. 517c); es todo lo que existe, en todas las cosas. Pero, esta idea del bien platónico, existe independientemente del hombre, en las Ideas. Por su parte, el hijo ilustre de Estagira, respondía desde la ética y la virtud que figura históricamente la noción del bien o Bien Supremo, o sea, existe un condicionamiento humano pre-existente sobre lo qué es la vida. Aristóteles también representaba la vida con las fiestas olímpicas, en las cuales, decía, unos iban a ganar los premios que allí se repartían a los vencedores, otros por vender sus mercancías, y otros iban a mirar lo que acontecía. Sobre esto Aristóteles pensaba que de la misma manera, en la vida, unos pretendían cargos y altos puestos que eran como los que querían ganar la joya; otros querían ganar la hacienda, que eran como los que iban a vender al ruedo; otros gustaban de sólo considerar y entender las cosas, a éstos él llamaba filósofos.

El sentido de la vida por ejemplo para los hedonistas (seguidores de Epicuro) está en encontrar el placer y evitar el dolor; esta doctrina identificaba la moral con el placer. Para los cínicos y los estoicos el “Bien Supremo” es vivir en avenencia con la naturaleza rechazando creencias sociales como el poder, o sea, el telos de todas las acciones humanas debe ser vivir conforme a la Naturaleza; estos últimos propusieron una conducta humana opuesta al placer y apostaban, entre otras cosas, al rigor y la férrea necesidad del destino y el no dejarse dominar por las pasiones. Por su parte Tomás de Aquino, Dios representaba el fin hacia donde debían recorrer todos los caminos humanos y apartarse de ellos sería incurrir en el sinsentido o en el despropósito; o sea, la vida era concebida como un argumento teleológico. En general, la idea que predominó en la Edad Media era que el fin del hombre es Dios. Con la modernidad los filósofos fijaron el sentido de la vida en el entendimiento humano, en la razón; sobre el asunto, Spinoza entendía que el espíritu debe conocerse así mismo, esto significa el darse la propia regla, y mientras más se conozco más autónomo será, o sea, darse el nomos propio. A su vez, Kant expone la Ley fundamental de la razón práctica pura cuando plantea, “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal” (Kant, 2003, p. 28). Esta ley moral es, según Kant, el imperativo categórico por el que se debe regir el comportamiento humano y la finalidad de la vida. En contraposición al algoritmo lógico de Kant, el sentido de la vida en Hegel es negatividad; este importante aporte del máximo exponente alemán de la dialéctica viene a polemizar con el profundo carácter especulativo del cristianismo y lo lleva a pensar sobre el sentido de la negación en la vida humana: el sentido del dolor, el sufrimiento y la muerte. Hegel no ve oposición entre razón y vida, como su preceptor prusiano, pues la vida se expande como razón. Otro momento destacado, y tal vez el más significativo, en el filosofar del genio alemán es cuando “descubre” la autoconciencia, pues plantea que ésta al identificarse como no objeto ya que lo niega, se afirma y esto es lo que la constituye como ser viviente. Entonces, comprende Hegel, se desea como sujeto antes que como viviente: vivir no es vivir sino se representa el ser a sí mismo, existir es al autoconciencia del Yo. En los evolucionistas la reproducción o el dejar una descendencia es lo fundamental. Para Nietzsche el sentido de la vida está en ejercer la “voluntad de poder”, así el nihilismo plantea que el pasado no tiene sentido, también abogaba según preceptos bíblicos (Proverbios) por el dormir bien sin soñar sería uno de los sentidos de la vida, aunque el fundamental sentido de la vida nietzscheano era encontrar el Superhombre (Übermensch) en la existencia terrenal y no en el Dahinfahren (“tránsito” a la otra vida). Por otro lado, para Albert Camus la vida es un absurdo aunque plantea que es posible vivir con dignidad; quedan frescas en la memoria la imagen ofrecida en su ensayo El mito de Sísifo, donde aborda temáticas como el suicidio y el significado de la vida a través de la metáfora del mito griego y lo insignificante de las vidas humanas y el insuficiente esfuerzo realizado por el hombre. Así el filósofo español Gustavo Bueno plantea que el sentido de la vida no consiste en algo impuesto de antemano a cada vida particular, pues entiende el vivir como resultado de la acción de los propios seres humanos, nunca hay un camino establecido, es algo que se elabora buscando precisamente el sentido de la vida.

El sentido de la vida tiene una connotación metafísica pues la mayoría de las religiones ofrecen una respuesta “trascendental”, ya que el sentido de la vida no se puede encontrar en la existencia misma sino en la otra vida, en la vida posterior, en la “metavida”. Desde el punto de vista humano y social, el sentido de la vida de las personas se encamina a satisfacer motivaciones y necesidades; dentro de estas existen dos muy importantes, el ser felices y el ser útiles. Otro elemento determinante es la relación existente entre la vida del individuo y la sociedad en la cual vive. Las aspiraciones y los objetivos individuales tienen que guarda estrecha relación con los objetivos sociales.

El cubano José Martí tenía pensado escribir un libro que llevaría por título El concepto de la vida, en el cual expondría esa vida falsa que torce a los hombres de la senda verdadera en la que nos pone la Naturaleza. Al respecto, se cuestiona el Apóstol cubano en uno de sus cuadernos de apuntes,

¿Qué existencia es ésta, donde singulares dotes para hacer el bien, y decidida voluntad de hacerlo, no bastan a hacerlo?—donde condiciones casuales de coloración y atmósfera deciden de la trascendencia y utilidad de las más nobles fuerzas humanas?—donde la ausencia de todos los vicios, y el amor ferviente y práctica austera de todas las virtudes, no bastan a lograr la paz del alma, ni a dejar tras de sí—por el placer inmenso de hacer bien—no por la pueril vanidad de alcanzar fama—una huella visible y duradera? (OC, 1991, t. 21, p. 246-247)

Respondiéndose en otro escrito cuando afirmaba no haber cumplido bien el propósito de una vida anterior y por esto arrastraba cadenas de esa “previda” que le hacía sufrir esta existencia.

La vida en José Martí, su sentido y significado, se encuentra estrechamente relacionada con la exaltación sublime del alma mediante la poesía. Tal es así que en sus poemas definía, como los enciclopedistas escriben tratados, —con total ahorro del lenguaje y derroche prolijo de belleza—el concepto de la vida.

Pues a vivir venimos—y es la ofrenda                                                                                                                                                                                   Esta existencia que los hombres hacen                                                                                                                                                 A su final pureza—aunque el veneno                                                                                                                                                  De un cruel amor la ardiente sangre encienda                                                                                                                                       —Aunque a indómita bestia arnés echemos                                                                                                                                        De ricas piedras persas recamado,—                                                                                                                                                     —Aunque de daga aguda el pecho sea                                                                                                                                                             Con herida perenne traspasado—                                                                                                                                                       Vengan daga, y corcel, y amor que mate:—                                                                                                                                    ¡Eso es al fin vivir!— (OC, 1991, t. 21, p. 138)

Más profundo aún se expresa cuando señala el ciclo de la vida mediante procesos semejantes de la naturaleza,

La semilla,—que en árbol se convierte,                                                                                                                                                           La flor,—que fecundada se entreabre,                                                                                                                                                       La rama,—luego altivo tronco fuerte,                                                                                                                                                        Y la madre—mujer que en hijos se abre                                                                                                                                                 Y, dando vida, marcha hacia la muerte.                                                                                                                                                        Por eso nada acaba                                                                                                                                                                                   Y queda la existencia repartida,                                                                                                                                                     Cuando, cansado el cuerpo de la vida,                                                                                                                                              Piensa al fin en dormir, se dobla, y cava. (OC, 1991, t. 17, p. 104)

Voluntad, criterio e imaginación, son la arcilla principal del hombre en la construcción de la vida, y puesto que lo lleva en sí, en él está el alcanzar o no el fin máximo a que viene a la tierra: vivir. El desarrollo de las capacidades humanidades, la imaginación con que realizar esta faena y fuerza volitiva, cavilan a partes iguales en el ideario martiano. Así lo veía Martí; así lo decía, “el fin de la vida no es más que el logro difícil de la compensación y conciliación de las fuerzas vitales. Puesto que tenemos voluntad, criterio e imaginación, sírvannos los tres: la imaginación para crear, el criterio para discernir y para reprimir la voluntad. Los hombres son todavía águilas caídas, y ha de haber alguna razón para que aún no se nos devuelvan nuestras alas” (OC, 1991, t. 6, p. 367).

Al igual que el antiguo mito griego de Sísifo, el Apóstol entiende la vida como el batallar constante de cargar o empujar la roca cuesta arriba hasta la cima, en repetido esfuerzo hasta el cansancio de empezar una y otra vez desde el principio; en no sesgar en el empeño ni en acomodarse si alcanzara la cúspide. Sea su prosa la que ilustre este pasaje,

Pero los que han vivido echan de menos en esa figura externa la falta de la vida verdadera. El hombre no es lo que se ve, sino lo que no se ve. Lleva la grandeza en sus entrañas, como la ostra negruzca y rugosa lleva en sus entrañas la pálida perla. El árbol de la vida no da frutos si no se le riega con sangre. Ese andar afanoso; ese sacudir con los hombros peso de montañas; ese vencer, sin más armas que las de amor y las de razón, a los hombres que mueven otras armas; ese aparecer y deslumbrar; ese sentarse, como Sísifo triunfador sobre la piedra que ha empujado con sus brazos a la cumbre del monte, a recibir luz de sol y ofrenda de hombres. (OCEC, 2004, t. 9, p. 276)

El sentido de la vida en Martí se da unas veces de forma teleológica—existe el propósito para el hombre, sin que ello resuelva los fines del hombre atado a creación mitológica o a dios alguno, o sea, no es un designio concreto—; otras veces de forma “realista”: piensa el alma y lo espiritual pero concreta el Todo en la materialidad la existencia del ser. De forma más sintética que analítica; la Naturaleza que encuentra al Ser y busca el destino de la vida. Va de lo terrenal a lo celestial, y no al revés, como suele suceder en el común de los hombres religiosos.

Entiende la vida humana como antesala al gran designo, eso sí, como la deformación del hombre en el árbol de la vida que le es predestinado en el aparente desorden del estado de cosas existentes. “Yo amo lo incorrecto y desordenado, porque así están los árboles del bosque, y así corren las aguas de los ríos” (OCEC, 2010, t. 3, p. 21). Árbol y Río. Eso es la vida para la Martí. El primero, extiende sus ramificaciones naturales y eternas en el sujeto—como cuando se sabe de antemano que el árbol de pera siempre va a dar peras y que el tronco ha de verter ramas como prolongaciones de lo viejo en lo nuevo, de la vieja vida en la nueva vida; ramas continuas, cada una es mejor que la anterior o por lo menos superior—en el constante significado de la vida, donde cada vía es única. El segundo, entendido como el torrente en el que fluye la existencia; pues esta es cambio y movimiento perpetuos, el río siempre desemboca en el mar asimismo como la vida vivida finaliza en la muerte, es un ciclo; entonces, lo que se entiende como ocaso en lo humano en Martí es unificación en el océano, que es la postvida. Y como los ríos siempre están en movimiento, el caudal de la vida es inmanente, fluctúa según las corrientes humanas. Así en la corriente de la vida hay dos opciones, o se nada contra el torrente de la vida y se lucha sin buscar gloria propia o se desembaraza uno del fluctuar del agua y se pone a mirar la corriente correr, y para esto se necesita ser egoísta. Es preciso cuando expone ambos principios, que parecen ideas filosóficas de griegos antiguos, especialmente los presocráticos,

Imítanse río y vida en el lento correr, en la implacable sucesión de ondas y días, en el regar las márgenes el uno y fecundar seres la otra, en el ir del ser pequeño hacia el inmedible y ancho ser. Todo es análogo en la tierra, y cada orden existente tiene relación con otro orden. La armonía fue la ley del nacimiento, y será perpetuamente la bella y lógica ley de relación. Todo va a la par, y todo es semejante; el árbol tiene savia, como sangre el cuerpo y agua el río: las plantas son seres atados a la tierra por raíces; los hombres son seres atados por los misterios de la voluntad: así la corriente ha de deslizarse por su lecho, como la esencia humana ha de vivir determinados días con existencia terrenal. (OC, 1991, t, 14, p. 20)

Ni determinismo ni fuerzas desenfrenadas, sino fines ve el Apóstol.

Distinguir entre “la vida postiza y la vida natural” es la génesis del ideario martiano en la significación de la vida, —apunta, distinguir lo que viene en el hombre, y lo que añaden los hombres que han venido, pues en vez de completarlo, lo interrumpen. Se debe revelar el hombre natural ante el hombre artificial, el hombre pre hecho en molde de cera, el hombre enmascarado por las falsedades de la vida. Esta idea resulta fundamental en el ensayo Nuestra América, pues el hombre natural vence lo mismo al criollo exótico que al letrado artificial. Pues, “la verdadera vida —continúa Martí— viene a ser como corriente silenciosa que corre dentro de la existencia aparente, como por debajo de ella, no sentida a las veces por el mismo en quien hace su obra sigilosa” (OC, 1991, t. 18, p. 290). Claridad meridiana en esta sentencia. Los seres humanos pasamos por la vida sin darnos cuenta de la “verdadera vida” y en pleno desarrollo de nuestras capacidades tomamos diferentes caminos que, más que continuar nuestra ramificación floresta o cauce fluvial, truncan el sentido de la existencia. “Examinaré esa vida falsa que las convenciones humanas ponen en frente de nuestra naturaleza, torciéndola y afeándola” (OC, 1991, t. 20, p. 284): la Naturaleza nos trae vírgenes y puros; la Sociedad nos desfigura—“prever y entrever el mundo futuro en la organización terrenal y el destino final de nuestro espíritu” (OC, 1991, t. 18, p. 291), es para Martí la lectura esencial: el Alma de la Historia, una vez estudiado la vida de los pueblos. El pasaje completo de esta idea martiana se encuentra expuesto en el escrito que hiciera al poema del Niágara,

¡(…) cuánto trabajo cuesta hallarse a sí mismo! El hombre, apenas entra en el goce de la razón que desde su cuna le oscurecen, tiene que deshacerse para entrar verdaderamente en sí. Es un braceo hercúleo contra los obstáculos que le alza al paso su propia naturaleza y los que amontonan las ideas convencionales de que es, en hora menguada, y por impío consejo, y arrogancia culpable—alimentada. No hay más difícil faena que esta de distinguir en nuestra existencia la vida pegadiza y postadquirida, de la espontánea y pre-natural; lo que viene con el hombre, de lo que le añaden con sus lecciones, legados y ordenanzas los que antes de él han venido. So pretexto de completar al ser humano, lo interrumpen. No bien nace, ya están en pie junto a su cuna con grandes y fuertes vendas preparadas en las manos, las filosofías, las religiones, las pasiones de los padres, los sistemas políticos. Y lo atan; y lo enfajan; y el hombre es ya, por toda su vida en la tierra, un caballo embridado. Así es la tierra ahora una vasta morada de enmascarados. Se viene a la vida como cera, y el azar nos vacía en moldes prehechos. Las convenciones creadas deforman la existencia verdadera, y la verdadera vida viene a ser como corriente silenciosa que se desliza invisible bajo la vida aparente… (OC, 1991, t. 7, p. 230)

Cuando Martí expone que la razón “oscurece” al hombre desde que llega al mundo, no se refiere a la racionalidad o al proceso de razonar tan necesario en el ser humano—, más bien hace alusión al comentario anterior de que la propia razón del hombre o el conjuntos de ideas formuladas son los que establecen patrones de pensamiento y comportamiento que restringen el desarrollo humano plenos, oscureciendo la luz creadora que trae en sí. A su vez, examina las filosofías, las religiones, las políticas, en fin, todos los esquemas de pensamiento, desde la crítica, pues estas lejos de mejorar la condición humana, la amarran, la truncan.

El concepto de la vida representa, como todo en el pensamiento martiano, la totalidad de lo que hay; pero, esta totalidad se integra de muchos particulares, a veces insignificantes, a veces trascendentales, que representan cada alma humana.

¿Dualismo? Vida y alma. Materia y espíritu. ¿Quién está? ¿Cuál da la esencia a la otra? ¿si una muere qué sucede con la otra? ¿Qué trasciende? Incógnitas que devela el ideario martiano. Incógnitas que ha desvelado a más de un pensador. ¿Por qué insertar el pensar de Martí en otra doctrina o escuela filosófica? ¿no se puede ser auténtico? Dualismo, sí. Todo dualismo es trascendente en cuanto escinde al Ser, la vida material termina y continúa la otra existencia: trasciende su estado actual. El cubano entiende la vida como la relación perpetua de lo material con lo espiritual.

¿Monismo? No. No concibe el mundo así. Si en el hombre existen dos hombres—uno, el que ama y crea, y otro, el que odia y destruye—, por qué no pueden existir dos formas del ser: la naturaleza y el espíritu. Esa parece ser la premisa de José Martí. Nota que en Filosofía se copia y se repite lo mismo, es el eterno retorno a lo viejo, a lo clásico: clasicismo, dirían en el siglo XVIII; y no se produce nada nuevo. Llama a los siglos “una serie de débiles renacimientos”. Tal vez por esto, se haya intentado afiliar en varias ocasiones a José Martí con escuelas filosóficas antiguas como las brahmánicas (hinduismo y budismo), la griega o la latina, incluso la medieval. Acaso, ¿tuvo simpatías por el conocimiento sánscrito de los Vedas y el hinduismo,[2] por el fundador del budismo Sidarta Gautama, por los padres de la filosofía occidental, Platón y Aristóteles, por los estoicos Cicerón y Séneca, por Jesús el Nazareno, figura central del cristianismo…? Puesto que las filosofías se contradicen unas a otras, no militó en este o aquel bando; donde el filósofo ve sistemas y doctrinas, Martí ve fines en todo. No milita el Apóstol; recoge enseñanzas.

¿Y Dios? Dios es presente; ni pasado ni futuro. Dios está en la Idea del Bien que glorificaron los primeros griegos y Platón sistematizó. La Creación divina tiene fines, y destinados están los hombres, pero no al trabajo, a la experiencia, a equis actividad o placer, sino a la rama del árbol que tome cada cual en su existencia. La idea de Dios se presenta unificada a la Naturaleza, al Universo, en esa triangulación de tipo brahmánica. Solo así se entendería su marcada tendencia—en ocasiones—panteísta, todo es Dios y Dios está en todo. Parece dialogar con Spinoza cuando aboga por la tesis de que Dios es la causa de todas las cosas, y tanto las “causas” como las “cosas” residen en Él, o en sus  palabras no es necesario probar a Dios, si antes llegaba por el espíritu ahora llega por la ciencia. Sobre esto decía, “No Dios, como hombre productor; sino Dios como inmenso mar de espíritus, adonde han de ir a confundirse, ya resueltas, todas las soberbias inconformidades de los hombres” (OC, 1991, t. 19, p. 361). Entonces, Dios—pensaría el Héroe cubano— es una causa inmanente y no trascendente como aparece en las religiones. Aunque habría que aclarar que lo humano en Martí es concebido como trascendente.

¿Escogió alguna religión en específico? Amo a todas y de todas bebió. El cristianismo y el hinduismo fueron sus preferidas, no como dogmas sino como explicación de la vida. De la una tomó el ejemplo de Jesús, su elegido, y la ética; de la otra, el esclarecimiento ontológico de la existencia. Claro, por ninguna buscó el conocimiento de las causas y las cosas.

Fue su conocimiento basado en la experiencia. Lo que conoció, antes lo vio, lo sintió, lo escuchó, lo saboreó, lo olió; y mediante el estudio completó su aparato categorial. La abstracción le llegó por la poesía, y no por métodos científicos. Por eso algunos no le entienden bien, porque escribía en imágenes, “y es que no se puede medir un monte a pulgadas”—clasificar o conceptualizar, no; plantear, explicar, buscar, sí. Esta búsqueda perseguía el Bien, más que la Verdad.

La educación es parte central del entendimiento de la vida humana; no solo la ofrecida en la escuela—que de por sí desarrolla mucho al hombre—también la impartida en el seno familiar. “La escuela y el hogar son las dos formidables cárceles del hombre” (OC, 1991, t. 18, p. 291), nótese el adjetivo y sustantivo utilizado por Martí: “formidables” y “cárceles”, como siempre hacía Él, llamando la atención de la idea a este recurso ideal para concretar el núcleo de la oración: “La escuela y el hogar”. Después continúa, “Hay que dar al niño hombros para que sustente el peso que la vida le eche encima, —no peso ajeno que oprima sus hombros” (ídem.)—en clara alusión a la formación del hombre en edades tempranas y la responsabilidad que tiene este a cargo de tan magna labor, tanto el maestro como la familia.

Y de los grandes hombres prefirió a los grandes pensadores que a los héroes; puesto que los primeros eran los héroes del pensamiento, en fin, los “Libertadores de la Humanidad”.

Creía en la existencia de otros mundos. El Apóstol no se conforma solo con este mundo; cree en las tierras anteriores y en las tierras venideras porque de aquellas tomamos el conocimiento previo de lo antecedido y vivido, y de estas se llevan todas aquellas cuestiones y sentimientos incumplidos.

Como Aristóteles, ve en la vida un medio para alcanzar un fin, y este medio es “sobreponerse a la vida”, el fin es llegar preparado para la “metavida” y sobre todo haber cumplido bien con el deber de la vida.

Entiende que la vida no es completa sino una parte, que se extenderá en la sobrevida; en esta, se verá por otros ojos; en aquella, haremos las veces de tigre, de zorra, y de cerdo. Y así lo dice en uno de sus “Cuadernos de Apuntes”:

La vida humana es una ciencia, a cuyo conocimiento exacto no se llegará jamás. Nadie confesará jamás completamente sus desfallecimientos y miserias, los móviles ocultos de sus actos, la parte que en sus obras ejercen los sentidos, su encorvamiento bajo la pasión dominadora,—sus horas de tigre, de zorra y de cerdo.—Y como cada hombre es un dato especial para esta ciencia—e1 hombre mismo estorbará perpetuamente que sea conocido el hombre. Y, sin embargo, aunque nada es en apariencia más descompuesto—nada es en realidad más metódico y regular, más predecible y fatal, más incontrastable y normal que nuestra vida. (OC, 1991, t. 21, p. 137-138)

La vida es amor, pero también dolor; esto comprendió el Apóstol. Tan necesario es el bello sentimiento como la pena. Se llega a la vida y se ama, pero una vez en ella, los propios caminos de esta te ponen frente al dolor. Solo se pasa la prueba con amor. Entonces, el dolor no debería “doler”, pues es el ejercicio para engrandecer el alma.

Otro aspecto que Martí deja entrever en su concepto de la vida es lo relacionado con el matrimonio; sobre esto va a plantear que el matrimonio ha de entrar por mucho el pensamiento, más allá de impresiones estéticas, de satisfacciones amorosas, de la cuestión física, y de altas pasiones del anhelo de posesión.

El sentido de la vida en el Maestro no es cosa del azar o juego de dioses, sino manifiesto de las leyes que rigen la propia existencia.

En su ensayo “Emerson” se describe, como en otros escritos, a él mismo. Lo que escribió para el magno filósofo americano, sirva de autobiografía, fue su concepción de la vida. Valen, pues, sus palabras.

La luz que trajo en sí le sacó en salvo de este viaje por las ruinas, que es la vida. Él no conoció límites ni trabas. Ni fue hombre de su pueblo, porque lo fue del pueblo humano. Vio la tierra, la halló inconforme a sí, sintió el dolor de responder las preguntas que los hombres no hacen, y se plegó en sí. Fue tierno para los hombres, y fiel a sí propio. (…) No obedeció a ningún sistema, lo que le parecía acto de ciego y de siervo, ni creó ninguno, lo que le parecía acto de mente flaca, baja, envidiosa. Se sumergió en la Naturaleza y surgió de ella radiante. Se sintió hombre, y Dios, por serlo. Dijo lo que vio, y donde no pudo ver, no dijo. Miró con ojos propios en el Universo, y habló un lenguaje propio. Fue creador, por no querer serlo. Sintió gozos divinos, y vivió comercios deleitosos, y celestiales. Conoció la dulzura inefable del éxtasis. Ni alquiló su mente, ni su lengua, ni su conciencia. De él, como de un astro, surgía luz. En él fue enteramente digno el ser humano. (OC, 1991, t. 13, p. 20)

Sin filiación religiosa o filosófica resuelve el problema de la vida, cuando dice, “Siente que el Universo que se niega a responder al hombre en fórmulas, le responde inspirándole sentimientos que calman sus ansias y le permiten vivir fuerte, orgulloso, alegre. Y mantiene que todo se parece a todo, que todo tiene el mismo objeto, que todo da en el hombre” (Ibídem, p. 24).

“Todo se parece a todo”, “todo tiene el mismo objeto”, “todo da en el hombre”, en fin, que Todo responde a la vida, solo el hombre en primera instancia le dará sentido con sus accionar a la vida. Lo universal infunde lo individual. Y por lo tanto será el hombre en primera instancia quien tendrá que ganar de sí mismo el significado y sentido a la vida, pues, “ni cabe más lírica que la que saca cada uno de sí propio, como si fuera su propio ser el asunto único de cuya existencia no tuviera dudas, o como si el problema de la vida humana hubiera sido con tal valentía acometido y con tal ansia investigado,—que no cabe motivo mejor, ni más estimulante, ni más ocasionado a profundidad y grandeza que el estudio de sí mismo” (OC, 1991, t. 7, p. 235).

La alegoría de la caverna de Platón, pasaje que se encuentra en el Libro VII de La República, presenta una analogía con respecto al sentido de la vida en José Martí. Resulta impresionante la similitud entre lo escrito por el magno griego y lo pensado por el Apóstol cubano. Si uno veía en el hombre que las trabas humanas eran la génesis del desconocimiento, privando al Ser de visualizar la Verdad y por la tanto llegar a la idea del Bien; el otro, planteaba que la sociedad con sus males, la vida postiza a la cual era llevado el hombre y lo que añaden en él, eran una traba al conocimiento a priori que nos es dado por naturaleza, en la vida natural. Salir de la cueva y visualizar la luz, en el griego, y pensar por sí mismo y respetar el pensamiento de los demás, en el cubano, eran las claves de estos maestros para comprender la vida. El ver más allá de lo que nos enseñan es la cuestión fundamental—ya sea por atadura, por las sombras, ya sea por disfrazados, por moldes prehechos, el hombre no debe sesgar en su empeño de conquistar el Sol; pues, la verdadera vida está ahí al alcance de todos, en ocasiones no la visualizamos por estar de espaldas al mundo, en ocasiones por no percatarnos de que corre sigilosamente por entre nosotros y no atalayamos a ver lo que por derecho llevamos en nuestro ser. El hombre se sigue repitiendo en especie de un eterno retorno y se vuelve siempre a lo ya hecho, preestablecido, no se hace nada nuevo, el espíritu creativo no se ensancha y asciende. Parece que lo más importante del pan no es comerlo, sino consumirlo y antes de terminarlo se piensa en el siguiente, mucho más grande y mejor elaborado. Pero, pan al fin, no se revela otra cosa. Por ahí anda el saber del hombre actual y el sentido de la vida. Es necesario abrir las puertas por donde el aire sano entre. El hombre está torcido o se encuentra atado a no visualizar la verdad en esta vida terrenal por las “convenciones humanas” que le falsean su verdadera naturaleza, y de lo que se trata es de soltar las amarras que nos pone la sociedad, afeándolo todo, y salir o ascender en busca de la luz, que es el Sol, en busca de la verdad. Existir no es vivir. Para vivir no hay más que un medio, y es sobreponerse a la vida —decía Martí—, mirarla como de gigante a enano.

Tal vez José Martí no pudo escribir el libro que tanto se propuso, El concepto de la vida, pero de seguro su “vida” tuvo un sentido, luchar por el hombre; y el “sentido” fue resultado de una de las vidas más ilustres que hombres hayan existido en las Américas. Claridad y coherencia absoluta entre vida y sentido tuvo. Solo cuarenta y dos años vivió, como si fueran los cien del sabio griego Demócrito de Abdera, y encontró el significado de la vida.

Referencias bibliográficas

Kant, I. (2003). Crítica de la razón práctica. Buenos Aires: Editorial La Página S.A.

Martí, J. (1991). Obras completas (27 tomos). La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

Martí, J. (2000-2019). Obras completas. Edición crítica (29 tomos). La Habana: Centro de Estudios Martianos.

Platón. (2018). Diálogos (Vol. 3) (trad. L. Conrado). Madrid: Editorial Gredos.



[1] José Martí, J. (1991). Obras completas (27 tomos). La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

En lo siguiente se mantendrán las siglas OC, para Obras completas (1991), y OCEC, para Obras completas. Edición crítica (2000-2019).

[2] Sobre la exposición de estas ideas, Martí escribe durante su estancia en Guatemala en 1877 unos apuntes sobre filosofía donde representa el peso fundamental asignado a la filosofía hinduista, incluso, como concepción superadora de las demás doctrinas filosóficas occidentales.  Véase Martí, J. (1991). “Juicios Filosofía”. Obras completas, t. 19. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, pp. 359-360.