Entre la vara de medir efectos y el garrote. Consideraciones acerca de la percepción y la indisciplina social.
Between the measuring stick and the stick. Considerations about perception and social indiscipline
DCs. Zoila María Fajardo Estrada1*
1* Profesora Titular. Universidad de la Habana, La Habana, Cuba.
Email: fajardoestradazoilamaria@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6124-2722
Recibido: 21/10/2020
Aceptado: 13/01/2021
Como Citar: Fajardo Estrada, Z. M. (2021). Entre la vara de medir efectos y el garrote. Consideraciones acerca de la percepción y la indisciplina social. Dialektika: Revista De Investigación Filosófica Y Teoría Social, 3(6), 45-50. Recuperado a partir de https://journal.dialektika.org/ojs/index.php/logos/article/view/44
Resumen.
Palabras claves
Percepción, Disciplina- Indisciplina, Pandemia
This essay aims to analyze perception and indiscipline at such crucial moments as the days that run under the force of the COVID 19 pandemic. Taking into account the above, the text approaches this problem from discipline-indiscipline and perception in broad analytical variants. This gaze requires seeing them in themselves, in their intersubjectivity. Perception constitutes an element within the human cognitive picture. In its apprehension, it demands mental states and bodily, spatial and contextual presence. It is constituent of consciousness and self-consciousness in its structure. Discipline, for its part, is seen as a citizen exercise of affiliation to an order. For its consummation it demands stability. The elements that break with what is conceived as stable hinder social cooperation at macrosocial levels, by following a specific structure, norms and rules agreed at the social level. Faced with this dilemma, the hierarchical structure withdraws and seeks new relationships for its realization. The emergence of the disequilibrium supposes the new structuring or adaptation, the relationality over different bases. The redefinition of the rules, of the commitments.
Título: Entre la vara de medir efectos y el garrote. Consideraciones acerca de la percepción y la indisciplina social.
Escribir sobre la "vida en acción" resulta una condición harto difícil. El drama ofrecido por esta no permite tratarla en toda su inmensidad. Pueden quedar exentos del análisis un sinfín de justificantes que conduzcan la mirada hacia otros órdenes de análisis. Sin embargo, la necesidad ante la urgencia de la convivencia hace posible el reto.
Entender la sociedad como totalidad no excluye concebir las partes que en configuración independiente la integran. Las múltiples relaciones que se elaboran y establecen en un entorno comunitario permiten entender los asideros parciales de la totalidad del sistema. Este modo de vida no se sumerge ante el globo mayor que conforma las estructuras sociales. Emerge y sobre sus bases nacen y renacen estilos de vida, órdenes internos de comportamientos, entre otros vínculos, en relaciones vinculantes con la estructura social oficial que asigna enfoques estructurales a esa naturaleza social parcializada.
La observación de la sociedad como conjunto exige tener en cuenta que los elementos integrantes son también un conjunto regulado y configurado espacialmente, sea a partir de un orden existencial, de una observancia de convivencia, una función. El universo micro social es un órgano o sistema que aporta al mundo macrosocial a partir del vínculo o relación que establece. Estos son principios de comprensión que no deben olvidarse. Sobre estas bases se genera la percepción y la disciplina social.
Por estos días estos dos términos son recurrentes: la percepción y la indisciplina. Ambos constituyen quehacer para las Ciencias Sociales, en tanto brindan salidas conductuales de compleja interpretación como todo lo que constituye la acción humana. La actual pandemia ha dejado claro ciertos principios de convivencia que son en sí mismos las formas en que el ser humano formula su existencia, más allá de los afeites del deber ser o entre el deber ser y el ser del humano contemporáneo.
Hoy salen a la luz los ideales y su pertenencia con la experiencia de vida, con las formas de hacer la vida en la cotidianidad. Las posturas ideológicas reacias a vincularse con las urgencias, el diverso y desigual contenido de la individualidad, las interpretaciones positivistas cargadas de evidencias fácticas, el contenido idiosincrático de los pueblos, el verdadero significado del país vs. nación, la disociación entre la estructura social y el contenido del Yo asimilador de verdades, las interrogantes o soluciones a la condición ecológica del universo, entre otros, son consecuencias de la tregua al pensamiento de soluciones inmediatas en el transcurrir de la vida que nos ha proporcionado la COVID-19.
Varios escritos han podido ver emisión. Los investigadores y no investigadores se debaten ante la incertidumbre que representa las diversas asimilaciones que en forma de aprehensiones de todo orden: político, estético, filosófico, ético, científico tratan de calmar el desasosiego que provoca la nueva situación. El contenido de la muerte, siempre en misterio y siempre al asecho, se apodera de todas las mentes. Al moldear el peligro desde lo que aún se muestra como desconocido, las acciones se multiplican, pero solo en el significado de lo que ella misma escenifica, desde el dolor o el placer, los humanos se comportan. Otra vez y ante la nueva realidad, la búsqueda y reflexión de lo inmediato, el presente continuo convierte la mirada guía. Vaga ella en círculos concéntricos y el eje guía de tal configuración sigue siendo la búsqueda de la tan deseada desde los albores de la humanidad, certidumbre.
El seno familiar, la comunidad, la religión, la política, la ciencia, entre otras, advienen como respuestas posibles a la permanente pregunta ¿Cuál será el futuro de la humanidad? Sin embargo, la noción de futuro esta vez, tiene alcance inmediato, el futuro es el presente a partir, de las soluciones contiguas con el status cuyo límite está en la muerte.
Sobre estas maneras del actuar humano influye la percepción. Más que un punto de vista común es ella una categoría que a la práctica reflexiva académica y no académica mucho aporta. Una selección desconmensurada nos permite verla sin afiliarnos completamente a la corriente de pensamiento que la caracterice y utilizando a discreción los postulados necesarios para abrir nuestra reflexión hacia la comprensión del problema ¿Por qué diferentes actuares ante riesgos biológicos iguales en la percepción de la actual Pandemia? ¿Son indisciplinas o nociones diferentes de la percepción y el riesgo?
La Pandemia es “una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que afecta a gran cantidad de personas” (Larousse, 2016). La propia definición conlleva un sentido de entendimiento que no limita los espacios corporales o geográficos. Obsérvese que enfermedad (del latín que significa falta de firmeza) “es un proceso que se desarrolla en un ser vivo, caracterizado por una alteración de su estado normal de salud. El estado y/o proceso de enfermedad puede ser provocado por diversos factores, tanto intrínsecos (internos) como extrínsecos (externos) al organismo enfermo: estos factores se denominan noxas (del griego nósos: afección de salud) (ECURED, 2020) Esta definición concibe a los elementos internos y externos en unidad cuando de afección de salud se trata.
La percepción de la enfermedad abarca los dos elementos. Sin embargo, generalmente las formas de detectar el acontecimiento-enfermedad en la medicina occidental, recurre hacia la evidencia externa aportada por los diversos medios y técnicas a disposición de la ciencia médica de diagnóstico. Habitualmente se trata al cuerpo y con menos incidencia una parte de él, en tanto su configuración espacial, la subjetividad, la mente, la conciencia no se aparejan en singular tratamiento. Ellas en su expresión externa y desde la internalidad de su configuración aportan datos de diagnóstico necesario.
La percepción, en su acepción simple, como primer conocimiento de una cosa por medio de las impresiones que provocan los sentidos, es concebida, en este orden, en la medida que mis sentidos me indiquen que hay una afección de salud. Solo acudo al médico cuando presento síntomas ampliamente divulgados en lo que se llama “elevar la percepción de riesgo” ante una muerte inminente o irregularidad en el comportamiento sistémico del organismo. La forma de pensamiento basada en la evidencia física impide ver la interconexión entre los elementos del todo con la claridad necesaria: el divorcio entre lo inmediato y lo mediato en la enfermedad, la lectura causal de la enfermedad en un sentido amplio, la ecología como visión de conexión amplia entre los seres vivos y no vivos, las formas bióticas y abióticas de comprensión de contexto, las experiencias vividas y su significado, entre otros factores y visiones de importancia en el combate de la afección global. Desde esta perspectiva de análisis, la percepción se convierte en indisciplina, más allá de entenderse la necesidad de cambiar o ampliar el patrón de análisis, de pensar lo humano.
Una mirada amplia acerca de la percepción, exige verla en sí misma, en su intersubjetividad. Más allá de las impresiones que establecen los sentidos, los humanos somos seres sociales. Aprendemos a vivir en colectivo y damos sentido a la vida con los otros. “El mundo percibido no es solo mi mundo, sino aquel en el que veo tomar forma a la conducta de otras personas, pues su conducta igualmente apunta hacia el mundo, el cual es la contraparte no solo de mi sino de toda la conciencia que posiblemente pueda encontrar” (Gallagher y Zahavi, 2014, p.166). Las acciones humanas, los comportamientos tienen una estrecha relación con esa intersubjetividad y se dirigen hacia lo accesible con ella o desde ella. En este sentido, cierta explicación a este evento tiene la fenomenología. Sitúan, estos pensadores, en el objeto y su reflexión el acceso al conocer en una relación de correferencia y correlación a partir de la experiencia que nos dan los otros y nuestra propia experiencia, también mediada ante el contexto social. Por ello, emerge la percepción de los perfiles ausentes, los que se correlacionan con percepciones posibles. Son percepciones del pasado o del posible futuro, son percepciones ficticias co-presentes, son percepciones que yo tendría si me fuera posible estar ahí ahora, en vez de estar aquí. Es la percepción de algo en un contexto. Tal circunstancia analítica se convierte en posibilidad para la acción.
Otra forma de comprender la percepción resulta si intentamos entender que desde ella los humanos establecemos respuestas ante lo inesperado, lo que transgrede las expectativas. Tal noción permite entender que ella incluye procesos de diferenciación y similitud. La percepción implica la diferenciación entre el yo y no yo. “La similitud que acompaña a la capacidad perceptiva está directamente relacionada con las posibilidades de acción” (Gallagher y Zahavi, 2014, p.164). Estas formas de percibir no necesariamente tienen que ir avaladas por las creencias, pero si proporcionan sentido a las acciones, aún sin evidenciar justificación para los actos o comportamientos.
Por lo que la percepción constituye un elemento dentro de cuadro cognitivo humano en su aprehensión, exige estados mentales y la presencia corporal, espacial y contextual. Es constituyente de la conciencia y de la autoconsciencia en su estructura. Su universo de expresión exige a los otros al lograr incorporar la percepción al acto consciente en su contenido generalizador. Para captar, retener, recordar, entre otras características a partir de una experiencia intencional sin necesidad de tener presente el objeto percutor del estado mental o sensible para la experiencia perceptiva inmediata, requiere tener en cuenta:
· Entender su carácter holístico. No se refiere a una sensación inmediata, sino que es más amplia su esfera de influencia.
· Se representa una noción del tiempo donde pasado, presente y futuro adquieren características específicas: se rompe el criterio de sucesividad en tanto, una experiencia significativa en el pasado puede resurgir en las acciones de diferenciación y similitud en el contexto presente. Utiliza mecanismos para el resurgir del horizonte ausente (accionar desde donde puedo estar y no estoy).
· La capacidad de la conciencia para sintetizar e integrar la información perceptiva que se ofrece en vínculos intersubjetivos y en primera persona (interpretación de mi experiencia, de mi percepción nunca desprovista de determinaciones contextuales, sociales).
· En el paso de la autoconciencia a la conciencia, un elemento o mecanismo a considerar es la reflexión. Se pretende con ella reflexionar sobre mi experiencia, se conceptualiza, objetiva la experiencia y la conciencia misma.
· La experiencia vivida está dotada de significado, posee articulación y sentido, genera una sensibilidad e identidad específica. En ocasiones tal predisposición impide la mirada completa y solo logra una fragmentación del conjunto unificado del individuo, ser social. Desde este punto de vista, la conciencia y la autoconciencia adolecen del mismo mal.
Estas son algunas consideraciones que pudieran tenerse en cuenta al analizar el papel de la percepción en la disciplina social que se impone como recurso mediador de detención de la actual epidemia. Pudieran responder a las preguntas centrales del problema que nos ocupa ¿Por qué diferentes actuares ante riesgos biológicos iguales en la percepción de la actual pandemia? ¿Son indisciplinas o nociones diferentes de la percepción y el riesgo?
Si consideramos el actuar humano en vínculo estrecho con las experiencias que asisten la conformación del actual sentido de Humanidad pudiéramos considerar el carácter histórico de la experiencia. La noción de vida misma lleva implícito un balance desfavorable entre el vivir bien o buena vida que percibe el aquí y ahora en un entorno de sacrificio hacia el pasado. El pasado se percibe desde el contenido epistemológico del presente. La memoria, los afectos, el vínculo con el mundo exterior e interior se rotulan desde aprehensiones diferentes, de acuerdo al contexto que configura la individualidad.
El sentido de la colectividad contiene el marcador interno, de la autoreferencia a la atomización. Nuestro derecho es mi derecho a ser diferente y único. El relato civilizatorio acude a la formación humana luego de un proceso social que colectiviza actitudes, en franco compromiso con la creencia de que el yo se expone en configuración imitativa a normas comunes para el vivir social. Esto contradice la aspiración a la unicidad del yo individual. La invitación a ser iguales y diferentes proporciona sentido a la vida hoy. Esta percepción que se asocia a partir de un contenido sugerido para establecerse desde afuera impone un comprendido específico a la reflexión, como requisito estructural de la autoconciencia. Se fragmentan los conceptos, las creencias, los ideales, los afectos, la sensibilidad para proporcionar una organización de la vida asociada a estructuras externas de derecho que avalan esta configuración.
Así la libertad, el derecho, se vinculan a la interpretación de primera persona en una construcción que hace caso omiso a lo que es común a todos, el contexto. El vivir en el mismo orbe planetario reconfigura en regreso a la condición primitiva, todos estamos sujetos a “leyes “naturales. La evidencia mayor: la actual pandemia. Esta ha ignorado status económicos y localizaciones geográficas. Ha devuelto las incertidumbres e impuesto las debilidades supremas de la existencia humana. La calma persuasiva de la muerte se ha anunciado a partir de la prisa para imponerse, revelando la finitud y fragilidad de la vida humana. Esta vez, la morbilidad no va de la mano directa de un ente que impone su superioridad sino, del brazo de lo considerado como pasivo ante la majestuosidad de la especie precursora de los grandes cambios en la Tierra.
Al lado de esta condición insólita se sigue percibiendo la realidad toda, con patrones que no se ajustan al nuevo contexto. El riesgo de la pandemia está centrado en los humanos y ni siquiera en su plenitud. El cuerpo como escenificador visual de la especie, se constituye en el foco específico de transmisión. La fragmentación perceptiva minimalista, es el pensamiento que determina las acciones ante el peligro de una totalidad que impone su presencia.
De ahí el dilema irresuelto entre indisciplina y percepción. El orden de lo social humano y el sentido holístico de lo biológico, que no concibe otro orden que el de sí mismo. La pugna entre una percepción que acentúa sus criterios en esa relación intersubjetiva que impone en interpretaciones la reflexión acerca de su experiencia significativa, y el yo en primera persona. La experiencia significativa no alcanza a situarse en el horizonte ausente. No ve en las posibilidades de un futuro el camino para evitar futuros peligros para las especies y el planeta. El contenido epistemológico de la época le nubla la mirada. Sin embargo, junto al aquí y ahora existe como posibilidad, hasta lingüística, el allí y el allá en conjugaciones que también son percepciones que aluden al pasado y al futuro.
Es, en tanto, significativa la experiencia en tanto configuración del contexto del comportamiento humano como parte de la cultura. Lo significativo es espacio público y compartido, conforme a las formas de aprehensión humana. La sabiduría popular dotada de una psicología con apoyatura en la cultura, establece caminos para comprender el contexto. Rotula la realidad en un discurso de asimilación colectiva. Sus argumentos son las creencias, deseos, compromisos, la personalización de historias colectivas que calan hasta el tuétano la convivencia en tanto, le otorgan contenido. Liman las sospechas de las incertidumbres de la vida. En este panorama no falta lo canónico, lo convenido como discurso de verdad a aceptar. La historia de la medicina cubana del último siglo, por ejemplo, en sus aciertos o el paternalismo del Estado, los seguros médicos entre otros. Pero también lo emergente, lo nuevo que conlleva un criterio de adaptación y de negociación entre experiencias, espacios comunales, estados intencionales y sentimientos. Lo nuevo necesita ser comprendido.
El debate se ubica entre la objetivación del resultado de la evidencia numérica y una psicología popular que se resiste a ser vista desde modelos no mentales ausentes de estados intencionales mentales (deseos, creencias, entre otros). La posibilidad de una negociación para un cambio de conducta encuentra asidero si se tratan las diferencias ante la nueva coyuntura, dígase Covid19, a partir de un discurso que se acerque a esa realidad, incluyente en un retrato donde todos estén comprendidos.
Con una narrativa coherente, aún ante una contingencia tan desconocida como la que se presenta dada la necesidad de incorporar nuevos patrones, estructuras de vida no internalizadas como valores en los colectivos humanos. Es decir, los nuevos compromisos de vida, de valores sustentados bajo la realidad presente y la venidera no pueden ser impuestos desde afuera sino desde la legitimidad que genera el diálogo y el conocimiento de los cimientos mismos de la cultura popular, base y fuerza motriz del hacer cotidiano.
Por su parte liberarse de la indisciplina exige tener en cuenta que la disciplina es un -ejercicio ciudadano- de filiación a un orden. Para su consumación exige estabilidad. Los elementos que rompen con lo concebido como estable obstaculizan la cooperación social a niveles macro, al seguir una estructura específica, las normas y reglas convenidas a nivel social. La estructura jerárquica se retrae y busca nuevas relaciones para su realización.
El carácter “organizacional” de las sociedades actuales exige que, aunque sus miembros se asocian a patrones de comportamiento interdependientes necesitan una gestión formal omnipresente, una coordinación estrecha regulada normativamente (Lazega, 2004). Aunque esta configuración puede atraer contradicciones si bien, es entendida aquí la disciplina social como capacidad de los actores sociales de auto reprimirse en función del orden convenido, de la delegación del poder otorgado en requisito de soberanía. Sin embargo, los estados intencionales en los seres humanos permiten crear a partir de las filiaciones en torno a deseos, creencias, mitos profesados, etc., lugar para nichos sociales que expresen formal o informalmente un orden anexo al establecido, lo que expone los diferentes niveles que conforman el orden, la organización social y la disciplina a ella comprometida. Con ello, los actores sociales, calculan posibilidades, oportunidades, gestionan lo conveniente en el intercambio social, establecen estrategias relacionales, “Un nicho social permite combinar criterios de identidad y gestión de recursos múltiples” (Lazega, 2004).
De esto se deriva que, para lograr la tan ansiada disciplina en la sociedad, la similitudes y diferencias selectivas en el intercambio social juegan un papel importante en tanto: consolidan la validez de la acción social, establecen criterios de identidad sobre la base de las referencias que se presentan (sean estas a partir de la sanción o la aceptación social). La legitimidad reconocida por el colectivo de una norma social como control social se establece luego de un análisis de los comportamientos, la direccionalidad y no ambigüedad en el cumplimiento de la norma, la jerarquización de las reglas. Todos estos elementos, entre otros, hacen posible la disciplina social. La autoridad a la que se rinde una cierta deferencia en un colectivo está dada por el actor social quién la personaliza y a la vez responde de sus actos al buscar una validación o un asentimiento. Se trata de un reconocimiento de las formas de estatus. Se inscribe el control social en el colectivo de pertenencia (Lazega, 2004).
El estatus supone también responsabilidades, el ejercicio de una forma de dirección. Los otros miembros de la sociedad esperan de ellos soluciones a los problemas de acción colectiva. A menudo es el acceso legítimo al argumento de autoridad lo que permite a los miembros tener un estatus formal (Lazega, 2004). Por lo que es competencia de disciplina observar estos principios. De la misma manera que la indisciplina supone la endebilidad en el cumplimiento de algunos de los requisitos exigidos como orden y organización social.
La disciplina social presupone una vida ordenada acorde a principios, valores, deberes, derechos, objetivos. Los lazos sociales y de autoridad de las colectividades pueden responder a tradiciones, a un horizonte ontológico de la vida sistémica, macrosocial, planetaria y cotidiana. La emergencia de desequilibrio supone la nueva estructuración o la adaptación, la relacionalidad sobre bases diferentes. La redefinición de las reglas, de los compromisos.
El retorno a la nueva “normalidad” es la ansiada esperanza de mirada inmediata. Volver igual. Cada cual hace planes y en ellos se incluye el viejo estilo de vida con una vara de medir efectos y el garrote de la disciplina impuesta desde afuera, en presencia de la contradicción que aporta el paradigma de pensamiento presente. ¿Es indisciplina o falta de percepción? La percepción debe despertarse desde una mirada liberadora de viejos paradigmas. La indisciplina, ¿No será una consecuencia de un orden arbitrario dado el cambio de contexto al que la percepción se afilia? Al final de los tiempos, la Tierra tendrá su última palabra.
Referencias bibliográficas
ECURED. (2020). Enciclopedia colaborativa cubana.
Gallagher Sh. y Zahavi D. (2014). La mente fenomenológica. Alianza editorial, edición electrónica.
Larousse. (2016). Diccionario de la lengua española digital.
Lazega Emmanuel. (2004). Racionalidad, disciplina social y estructura. En Redes Revista hispana para el análisis de redes sociales, 5 (6), Enero /febrero 2004 http://revista-redes.rediris.es.