LA POSIBILIDAD DE UN CUIDADO DE SÍ EN DESCARTES

The possibility of the care of the self in Descartes        

 

Recibido: 17/12/2020  

Aceptado: 30/04/2020

 

Lic. Fernando Almeyda Rodríguez 1*

1* Universidad de La Habana

Email: falmeyda4@gmail.com

 

Para Citar: Almeyda Rodríguez, F. (2020). La posibilidad de un cuidado de sí en Descartes. Dialektika: Revista De Investigación Filosófica Y Teoría Social, 2(4), 76-81. Recuperado a partir de https://journal.dialektika.org/ojs/index.php/logos/article/view/22

 

Resumen: Este brevísimo trabajo persigue valorar la posibilidad de una ética en la filosofía de Descartes, más allá de la restricta visión epistemológica del investigador científico. Se enfoca a René Descartes fuera del escueto y frío racionalismo; se busca en su quehacer filosófico y filosofía, ambos ricos en interpretaciones una visión del mundo y el estar-en-el-mundo más cercana a la problemática de la existencia. Sus principales postulados son así interpelados desde la ética extrayéndose de ellos la idea implícita de un cuidado de sí.

Palabras clave: René Descartes, cuidado de sí, Michel Foucault.

 

Abstract: This brief paper seeks to assess the possibility of an ethic in Descartes' philosophy, beyond the reduced epistemological vision of the scientific researcher. René Descartes is approached outside the concise and cold rationalism; the author of this contribution seeks a view of the world and being-in-the-world closer to the problem of existence in his theoretical work and philosophy, both rich in interpretations. Its main postulates are thus challenged by ethics, extracting from them the implicit idea of the care of the self.

Keywords: René Descartes, care of the self, Michel Foucault.

 


INTRODUCCIÓN

René Descartes, es conocido como el padre de las Ciencias Modernas y del racionalismo iniciador de la Filosofía Moderna. Estos títulos identifican al bon génie francés del siglo XVII con el investigador frío, metódico, apático. Este arquetipo de Descartes se ha hecho tan habitual que es difícil asociar al pensador con la ética o siquiera con el pathos. A fin de cuenta esta (des) colocación es como todos los hábitos, una comodidad.

Pero, si nos atreviéramos a incomodarnos. Si miráramos a René Descartes fuera del escueto prejuicio del frío racionalismo descubriremos que su filosofar es más rico en interpretaciones que la tradicional visión del mundo y el estar-en-el-mundo. Entre las posibles visiones se encuentra la posibilidad de una mística, donde el hombre se hace uno con la trascendencia[1]. Al menos así lo ha contemplado. Obviamente no se está haciendo referencia al έθος normativamente concebido y por ende segmentado en mil pedazos, como muchos gustan imaginar.

Nos referimos a una ética como momento objetivado de la totalidad social. Vista desde el marxismo tradicional –si es que tal cosa existe- hablaríamos de Moral, sin embargo, desde Hegel, la idea de Ética es mucho más nítida y determinada que el término moral, el cual se pierde entre las ambigüedades, además de que es mucho más cercana a la idea de cuidado de sí cuyo antecedente puede rastrearse entre los griegos, y más contemporáneamente en Martín Heidegger. El objetivo de este breve trabajo es, en lo adelante, valorar la posibilidad de un “cuidado de sí” en la filosofía cartesiana, vista fundamentalmente desde el “Discurso del Método” (1971).

LA DUDA COMO ENFRENTAMIENTO

En el Discurso del Método, Descartes nos introduce, con socrática delicadeza y humildad, en el mundo de su reflexión; en lugar de imponer a su lector “una verdad”[2], intenta que esta se haga evidente por sí misma; el íter de sus palabras nos adentra a cada paso por razonamientos que podemos denominar “solipsistas”[3]. En este petit voyage de la conciencia, cuyo decurso está marcado por la duda, que en su filosofía representa el necesario comienzo de todo conocimiento, Indubio sapientiae initium, la pregunta es el anima de toda reflexión.

La duda, por sí, es instrumento epistemológico, pero en sí contiene la esencia ética. Desde el mismo momento que existe la duda, hay un Yo que duda. Es decir, que la duda es en relación con la consciencia. La consciencia en su momento autoconsciente, como individuo, es siempre arrojada en el mundo.

Ahora bien ¿Y por qué la consciencia se pregunta por sí misma? La respuesta puede que se halle en la escisión entre la consciencia y la no consciencia. Tal escisión aparece como resultado de un movimiento absolutamente in-esencial, pero aun así inevitable.

La finitud busca siempre cosificarse infinitamente y esto da paso a lo infinito. Pero subsiste la escisión. Por más que la consciencia se esfuerce, no puede lograr tragarse a lo infinito, ni mucho menos lo infinito puede tragarse a la finitud. Coexisten como tal en una síntesis.

Esta síntesis, no obstante, no agota el problema de la escisión. Supone solamente juzgar la fuerza del huracán por su ojo; la síntesis no escapa a una estética. Dentro del huracanado movimiento de la síntesis se encuentra el destructivo desgarramiento. Este es solo el fenómeno, no más que un cadáver de “un algo más allá”. Este parece desaparecerse por momentos a través del momento de superación de la consciencia individual, pero esto es la superación de los fantasmas. En realidad, la consciencia se sustancia a sí misma a través de lo total; pero lo que la anima son fuerzas que solo podemos describir trascendentalmente; su trazabilidad no es otra que el dolor.

Siguiendo este sendero llegaremos al punto de que el hombre no se diferencia de los animales por la capacidad de razonar, sino por la capacidad suprema de sufrir; de producir la realidad de forma necesariamente desgarrada.  Es la urgencia de fundirse en la totalidad lo que lo anima: la imposibilidad de la existencia enajenada en la enajenación. La duda, por tanto, está condicionada por la existencia, pero no podemos ver esta existencia puramente como un Ser ahí; no se trata de un puro Ser arrojado en el mundo, sino de algo más complicado: la existencia se da sustancia como existente a través de un mundo que se expresa por, y a través de nuestra existencia.

Este tránsito, semejante a un esquema elipsoidal-espiral, es lo que llama Hegel dialéctica, mas no es el Absoluto la fuente sustantiva de este movimiento: no hay tal absoluto, al menos, no como sustancia. Lo único absoluto de este movimiento es el movimiento mismo, pero su esencia es la de dos fuerzas: la vitalidad y el concepto. La vitalidad es la esencia de la finitud en su persistencia obcecada, que sólo va hacia sí misma; el concepto es lo total que persigue absolutizar lo universal. La existencia puede existir en principio a través de este movimiento de encuentro-desencuentro. Esto que en la metafísica de la Filosofía Clásica Alemana se conoce como la mediación, tiene otra traducción en el marxismo: la praxis (Marx, 1965).

Descartes, nos presenta el dudar como intencionado en la conciencia, pero de antemano expresa una intencionalidad en la existencia, en el Ser que lo atraviesa todo; es un cuestionamiento de la conciencia por su ahí. Pero ¿cómo y por qué cuestionarse por su ahí? ¿De dónde proviene la intencionalidad? Proviene del movimiento que se describe, donde incluso el Ser a ultranza es un engaño. El Ser no es más que el Querer-Ser que se sustenta en la Nada. Pero esto es un maniatado ejercicio de metafísica, donde no hay ninguna revelación o revolución. Es solo un nuevo engaño, más refinado y feliz. Pensar en términos de Ser, solo nos conduce a la Nada, y esta Nada solo nos conduce al Ser. ¿Qué es esto? -nos preguntaremos- bien podríamos responder: metafísica del concepto individualizado, que vuelve a suponer un momento del pensamiento pensado.

LA DUDA COMO ANGUSTIA

Si queremos la verdad hay que dejar de hablar de la verdad, si queremos vislumbrar los reales límites del pensamiento dejemos de hablar de pensamiento, comencemos a dialogar desde el verdadero terror, desde el real abismo. Salgamos de la positividad del pensamiento y retornemos a la negatividad: Sí, retornemos al noúmeno de Kant.

Esta es la verdadera forma de la mediación: lo nouminoso, que es algo más que la Nada o que el Ser, que la libertad y la necesidad, que la naturaleza y el hombre. Pero esta vez preguntémonos desde la realidad de lo que implica experiencia. Descubriremos que, así como Descartes duda por estar atravesado por la totalidad, tampoco puede no-hacerlo. La vida se torna concepto, pero a su vez el concepto es la sublimación de la existencia misma, del persistir, del querer, de la vitalidad, de la finitud que va hacia sí misma, lo inefable que es mejor no callarnos.

La existencia no es estática; su propio en sí es la necesidad insaciable de ser. Es el seguir-siendo, y de seguir-siendo-tal-cual-es, solo posible a través de las estructuras que, ella misma, ha ido asumiendo en su ser ahí. Se distingue, entonces, una noción de movimiento, pues el hecho del seguir siendo implica la inacabable posibilidad de no-Ser; mas no solo en el sentido físico o egológico, sino en el conceptual. Es de aquí, de la existencia como conciencia estructurada en mundo, que se desprende la duda: de la necesidad de continuar siendo.

El movimiento antes manifiesto toma como referencia al propio mundo (al sí mismo sublimado). La existencia solo puede-Ser en el mundo, y la duda es el producto de su enfrentamiento. Solo hay duda si existe la contradicción dentro del existir, es decir, cuando la conciencia no se realiza en el mundo. Esto es el indicio de la negación. Negación que debe ser superada por el continuar siendo mundo. La duda es el manifestarse de la necesidad de la negación, y, por tanto, de un movimiento. La negación toma esta expresión dubitativa en el pensar si se hace expresa, pero tiene otras formas (más o menos infructuosas), todas, destrucción del sí mismo. La destrucción fuera del concepto es anulación; en el concepto es movimiento en sí mismo considerado, es decir teleología; en el espíritu, progreso. Claro que este análisis no ha ahondado en las condiciones de posibilidad de la destrucción en el concepto, de cuya contemplación descubrimos resultados más variados.

La pregunta es la duda determinada; cuando la contradicción alcanza el punto de lo irresistible, la existencia totalmente negada por el mundo duda del Ser sí misma. La angustia que este momento desgarrado supone lleva al darse cuenta de la propia existencia, o sea, la autoconciencia. La consciencia retorna a sí misma a través del desgarramiento, cuya condición no es otra que el inefable impulso vital, que suele traducirse por finitud.

LA DUDA COMO AFIRMACIÓN

En Descartes, esta autoconciencia, se siente traicionada; primero, por lo que este mundo le presenta; luego, cuando dirige la atención hacia sí misma e invierte la pregunta, por sí misma. Descartes, entonces, da una estocada al espejo y se adentra en la subjetividad, a través de lo único que no puede dudar…cógito ergo sum.

El Pensar es la irrefutable prueba de que existo. El pensamiento aparece unido a la existencia; existir en tanto ser. La posibilidad en sí misma de dudar de mi existencia es solo dable a través de esta, y por ende resulta la prueba irrefutable de la existencia, del ser. Este descubrimiento del sí mismo es el primer momento del re-descubrir, al mundo.

El engaño en la percepción es, a su vez, engaño a la existencia misma. La conducta expresa su autodeterminación a través de lo extenso; la base de la ética se encuentra en el sentido que la razón pone en las cosas del mundo. El cuidado de sí no puede acontecer fuera del mundo de las cosas; de lo que son en sí y por sí; la actividad se determina a través del objeto de su acción (Fichte, 1984). El existir depende de hacerse uno con el movimiento, pero si erramos en lo que vemos, erramos en el juicio, lo que conduce al fallo, a lo irracional en la imperatividad de la Razón, la subversión del concepto. La suspensión de juicio resulta el medio provisional de enfrentarse al ataque de la sospecha. Descartes, en su Discurso… (1971), enuncia las reglas de su método buscando precavidamente evitar juicios apresurados. Tales reglas no las limita sólo a la investigación científica, sino que, consecuentemente, despliega esta εποχή en su propia vida cotidiana asumiendo incluso costumbres provisionales.

Descartes, visto en su contexto, es la voz ética de las Ciudades, las cuales declaran su separación del espíritu feudo-cristiano, pero no pretenden atentar contra su corazón. Por eso lo dejan fuera. Mas, como vimos, una cosa implica a la otra. Por eso la modernidad inicia y se desarrolla con la ideología de no tener ideología, algo que los posmodernos quisieron continuar alimentando, declarando la muerte de los meta-relatos para que así el máximo meta-relato continuara sobreviviendo. La suspensión de juicio, la duda, e incluso la ida al solipsismo, son formas de intuir y atacar una falsa conciencia del mundo, o, dicho de otra forma, una consciencia que se hace falsa ante otra.

LA DUDA COMO SUBVERSIÓN

El no expresar juicio no significa que no exista la cosa; cogito ergo sum es testimonio del existir de las cosas, a su vez que las cosas son testimonio de su existencia… existe la idea de lo perfecto (en la consciencia) y esta idea solo puede existir por producción de un ser perfecto, el cual ha de ser Dios[4]. La realidad es producida por Dios, siendo esta, para Descartes, cognoscible a través de la Razón. La lógica dicta que solo lo semejante conoce a lo semejante: sólo es posible conocer racionalmente la Realidad si ella misma es racional; de otro modo sería una mera alucinación. Esta Razón también está formando parte de las estructuras de la conciencia, siendo también producto de Dios. Dado que la naturaleza de un objeto responde a la propia naturaleza del sujeto que lo produjo, la racionalidad del mundo denota que Dios es en sí Razón.

Dios o la Razón es la clave que utiliza Descartes para descubrir la objetividad del mundo, y, a su vez, que la contradicción no proviene de un error en el mundo sino de un error en el método. Es decir, los problemas son resultado de una conducta errada del hombre (el método implica conducta). Determinar la coherencia entre el reflejo del Objeto por el Sujeto es por tanto la forma en que se soluciona la contradicción yo-mundo; es una cuestión de cómo me hago sujeto.

En la medida en que conozco verdaderamente al objeto, se logra una superación de la negación originaria. El conocimiento es la capacidad de encontrar la racionalidad de las cosas a través de la cual puede transformarse la realidad (el nuevo orden vital), pero la transformación no responde a la voluntad del hombre, sino a la capacidad racional. Dicho de otro modo, la posibilidad determinada de la vida de rehacerse concepto, de enajenarse en el movimiento: esta es la condición de posibilidad para la voluntad de cambiar. El hombre cambia su realidad tal y como le indica la realidad espiritualizada.

El racionalismo de Descartes no es más que el hacerse uno con la Razón. La única forma de ser consecuentes. Permitir que el mundo (cuya verdad es la Razón) se exprese a través de nosotros, es la condición de posibilidad del existir mismo. Este es el momento místico de la filosofía de Descartes. Esta mística es a su vez su Ética, que entrona a la ciencia como el verdadero Sujeto. Descartes está aquí ordenando a los científicos como sacerdotes de la razón. La sagrada vía de la ciencia es el medio a través del cual, el hombre individual, puede superar el enfrentamiento con el mundo, que a fin de cuentas, es un enfrentamiento consigo mismo, es decir, enajenación. De todas formas, mantengamos presente que esta “superación” no es más que un momento contemplado desde la dialéctica del desgarramiento, aunque a Descartes le funcionara.

CONCLUSIÓN

La búsqueda de la razón y del método en Desacates responden a la necesidad de liberar al hombre de las apariencias que lo aparatan de la posibilidad de ser uno con la esencia del mundo (en definitiva, con su sí mismo). Así, Descartes despeja el camino a una filosofía que se enfrente a la enajenación, y entiende que la existencia del hombre se encuentra determinada por la posibilidad del retorno a la trascendencia: la mística entre el hombre y la razón. Esto nos remite necesariamente a la Ética de Spinoza, una de las posibilidades que Descartes abre al pensamiento. Ello denota cómo Spinoza ya se encuentra contenido en Descartes, y por tanto la Filosofía Clásica Alemana, especialmente Schelling y Hegel: El hombre individual es, en sí, Razón particularizada y solo puede existir en la medida en que retorne a sí y asuma esta verdad; entonces será capaz de transformarse y retornar a su estar-en-el-mundo racionalmente.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

 ABBAGNANO, NICOLÁS (2004). Historia de la Filosofía. La Habana: Félix Varela.

DESCARTES, RENATO (1971). Obras de Renato Descartes. La Habana: Ciencias Sociales.

FICHTE, J. G. (1984). Introducción a la Teoría de la Ciencia (Trad. J. Gaos). Madrid: Sarpe.

HEGEL, J. G. F. (1968) Filosofía del Derecho. Buenos Aires: Claridad, Buenos Aires.

HEGEL, J. G. F. (1966) Fenomenología del Espíritu, México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

KANT, INMANUEL (1973). Critica de la Razón Pura; Crítica de la Razón Práctica. La Habana: Ciencias Sociales.

KANT, INMANUEL (1990). Critica del Juicio. La Habana: Ciencias Sociales.

MARX, CARLOS (1965). El Capital (tomo I). La Habana: Ediciones Venceremos.

MARX, CARLOS Y ENGELS FEDERICO (1974). La Ideología Alemana. Montevideo-Barcelona: Ediciones Grijalbo y Ediciones Pueblos Unidos (coedición).

Schopenhauer, A. (2003). El mundo como voluntad y representación. Trad. Pilar López de Santamaría. Trotta: Madrid.

SPINOZA, BARUCH DE (1958). Ética, demostrada según el orden geométrico. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.



[1] No se entienda mística y trascendencia en un sentido religioso o teológico; debe interpretarse en un sentido moderno dentro de la filosofía, fundamentalmente la Clásica Alemana. Por tanto, el momento místico es el hacerse uno con el Ser, entendido en su dimensión ontológica no divina.

[2] Esto implica una forma de crítica a la ideología en el sentido marxista; claro que en una forma pre consiente del espíritu.

[3] Es decir, que parten desde el Yo.

[4] Mucho cuidado con el fanatismo, pues Descartes reforma la naturaleza de Dios, por lo que no se trata de un Dios teológico, ni escolástico.